"13 de Diciembre de 1991"
El día anterior, Bonnie se había quedado más tranquila con respecto a la niña. La información que su marido había conseguido por internet sobre el doctor que Javier les había recomendado le había gustado. Aunque aún tenía algunas dudas.
—Charles, cuando veas a Javier, confirma con él todo lo que has visto por internet. Asegúrate– Le rogó Bonnie en el desayuno.
—Es lo que tengo pensado, tranquila, cariño– le sonrió.
—Llama al colegio en cuanto hables con él, por favor. Quedaré dicho en secretaría que me pase tu llamada de inmediato.
—Bonnie, no te comas la cabeza. Es solo información sobre el médico y asegurarme de que ha pedido cita.
Charles quería plantearle a su mujer el cómo acudirían a la consulta en su momento. Ella trabajaba y no era sencillo que le dieran días libres para ir hasta Madrid teniendo allí mismo un doctor que era bastante bueno.
Sabía que ella quería ir. Se desvivía por la niña.
—Bonnie, ¿va a ser fácil que te dejen ir a Madrid? Eso implicaría que, al menos, durante un día o dos, tuvieras que dejar que dejar de dar clase. ¿El colegio te dará permiso para acudir a la cita?
—Me imagino que sí. Tampoco es que le quede más remedio. Es por razones médicas.
Charles no las tenía todas consigo. Al fin y al cabo, dependía de jefes, de reglas impuestas desde fuera. Y, como si fuera poco, del Estado. Las reglas por las que se rigen los funcionarios son distintas a las de un trabajador normal.
Dejó ese tema pasar. Tenía como seguro su preocupación por la niña. Si no podía ir por con ellos por razones de trabajo, lo entendería.
Poco después de que la conversación terminara, Nicky llamó a la puerta de Bonnie.
Con ella iba Aiden.
—Buenos días, jovencito– dijo Charles cogiendo en brazos a Michelle–. Me llamo Charles. Has armado un gran revuelo en el pueblo–. Sonrió.
—Hola, señor. Soy Aiden. Encantado de conócele– hizo un amago de sonrisa. – Eso parece. Mi apellido no tiene muchos adeptos por aquí, por lo que parece.
—¿Y eso te importa mucho?
—La verdad es que no– contestó el niño encogiendo de hombros–. No me interesa demasiado.
Charles le sonrió.
Al igual que hizo el día anterior, en cuanto arregló a la niña cogió a los dos bebés y fue a visitar a Javier.
—Buenos días– saludó Charles al doctor desde la puerta entreabierta de la consulta.
—Pase usted, caballero- bromeó el médico –. siéntate.
—¿Me tienes noticias?
—Si. Está difícil el poder conseguir cita con el médico que tenía pensado. Está muy solicitado.
—Bueno, quisiera comprobar contigo unos datos que he visto por internet. Quizás sea mejor que aún no hayas conseguido cita.
—¿Qué quieres saber? Espero poder ayudarte.
Charles le dijo todo lo que había leído por internet. Quería confirmar lo que había descubierto.
—¿Todo eso es cierto?
—Si, claro. En los círculos médicos también se habla de esas cosas. Se escuchan muy buenas cosas de él. Como comprenderás, no derivo a mis pacientes a cualquier tipo de especialista. Tiene que ser el mejor que yo puede recomendar.
Acababa de conocer a aquel hombre. No sabía cuál era su código deontológico., aunque creía que creía sinceramente que podía confiar en él.
Estaba más tranquilo conociendo la opinión de Javier.
—¿No puedes hacer nada para hacer que el doctor Martínez nos reciba lo antes posible? Si te soy sincero, estamos pasándolo un poco mal con la niña. Suponemos que le pasa algo que, si hablara, nos contaría, pero aún no tiene esta habilidad lo suficientemente desarrollada para poder decirnos nada.
—Haré lo que esté en mi mano. ¿estás más tranquilo con respecto a tus dudas? ¿Te he servido de ayuda?
—Si, si. Perdona que sea tan pesado. Soy un poco sobreprotector.
_No te preocupes. En la mayoría de las ocasiones, lo que encuentras en internet no es fiable. Mejor que contrastes la información que encuentras ahí con gente que sea de tu confianza. Respecto a lo de la cita, estate tranquilo. Haré lo que esté en mi mano para conseguir una cita lo antes posible.
Sin duda, se sentía más seguro y cómodo.
Delante de Charles, Javier pidió cita. Como médico, tenía más posibilidades de conseguir que viera a la niña pronto. Al fin y al cabo, estaba tramitada por un facultativo. Eso siempre aceleraba las cosas.
—Hoy sí que sí. Ya está tramitada la solicitud de cita. Cuando me llegue la notificación, te aviso. Por algún lado tengo que tener tu teléfono. Si no lo encuentro, bueno, sé dónde vives–. Sonrió.
Terminó de hablar con el médico del pueblo un poco antes de que Bonnie terminara su jornada en el colegio, por lo que se acercó por allí para recogerla. Llevaba a los dos niños con él, como era lógico.
—¡Charles! – exclamó ella al verle–. ¿Qué haces aquí?
—Acabo de salir de la consulta del médico.
_Me dijiste que en cuanto terminaras de hablar con Javier me llamarías.
_He terminado hace, como mucho, diez minutos. He venido directamente al colegio. No tiene mucho sentido llamarte si enseguida te voy a ver y te puedo contarte las cosas en persona.
Bonnie resopló.
—Tienes razón. ¿Qué te ha dicho?
Charles le contó lo que habían hablado.
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Casa Encantada
Misterio / SuspensoBonnie es una profesora que acaba de aprobar las oposiciones. Por eso, junto a Charles, su marido y Mary, su hija, se mudan de Madrid a un pueblecito pequeño del norte de España. La familia cree que que van a poder tener una vida tranquila, aunque...