"10 de octubre de 1991"
Había pasado casi una semana desde la última conversación "adulta" entre Nicky y Bonnie. Siempre terminaban hablando de los niños. Durante esos días habían estado ocupadas con varias actividades extraescolares. Apenas habían tenido tiempo para estar tranquilas ya siendo con sus respectivas familias o entre ellas.
Bonnie y su familia llevaban allí poco más de un mes, pero le parecía haber crecido allí. Se estaba acostumbrando a que los días pasaran uno tras otro sin que se diferenciaran entre ellos en nada.
Aquel jueves, Nicky había ido a ver a sus suegros después de las horas de colegio. Vivian el pueblo vecino, por lo que no podían ver a sus nietos tanto como les gustaría.
Poco antes del anochecer, volvió al pueblo.
Los niños estaban cansados. Habían estado jugando toda la tarde con sus abuelos. Además, tenían sueño. La cena que les habían hecho había sido copiosa, como las que hacen todas las abuelas
Michelle estaba dormido cuando entraron en el coche. Su hermano mayor estaba adormilado.
—Mamá, ¿Qué es aquello que se ve en la ventana? – Preguntó Sergio señalando hacia la Casa de los Williams.
Nicky dejó de apretar el acelerador del coche para ir un poco más despacio sin llegar a pararse del todo. Quería saber qué era lo que le señalaba su hijo.
—No veo nada.
—Sí, mamá. Mira, en la ventana de la derecha del segundo piso. Fíjate.
Nicky, sin poder ver nada, detuvo el vehículo por completo. Sentía curiosidad por saber qué era lo que el niño estaba viendo.
Sergio salió del coche junto a su madre. Cerraron las puertas del coche a sus espaldas para evitar que a Michelle le sucediera algo.
—¿Lo ves, mamá?
—Qué es lo que se supone que tengo que ver?
Nicky miró hacia la ventana. La observó durante unos minutos en completo silencio, sin hacer caso a su hijo.
—¿Qué es exactamente lo que percibes? – le preguntó a su hijo mirando hacia abajo.
—Esa luz pequeñita. Es como si fuera la de una linterna que está un poco lejos. Es una lucecita muy suave, pero se puede ver bien.
Miró de nuevo.
Algo se veía a través del cristal empolvado de la ventana. Era cierto que se podía ver una difusa luz, pero no podía decir de qué tipo era.
Algo más vio tras el cristal.
—Cielo – continuó Nicky –. ¿Ves algo más ahí dentro?
De nuevo, una sombra de la cual no se podía distinguir rasgo alguno. Al menos, ella.
—Es un señor, mamá – dijo el niño con rotundidad, totalmente convencido de lo que estaba viendo.
Nicky se quedó blanca. Ella no conseguía ver más allá de una luz y una sombra que no sabía si era tal. Sin embargo, el niño sabía que era un hombre.
Se quedó callada, sin saber qué hacer. ¿Cómo reaccionar a aquello?
Empalideció.
—Mami, ¿estás bien? – preguntó el niño.
—Si, cariño. Vamos a casa. Es tarde y estamos cansados. Además, mañana hay colegio – contestó ella forzando una sonrisa.
Nada más entrar en el coche, la luz que les había hecho parar, la luz desapareció y con ella, la sombra con forma de hombre.
Subieron al coche y volvieron a casa. No cruzaron palabra alguna entre ellos, a pesar de que ambos querían seguir hablando sobre el tema.
Sergio quería resolver sus dudas, saber quién era aquel hombre. Como todo niño, creía que su madre tenía todas las respuestas. Nicky quería saber todo lo que había visto su hijo con todo lujo de detalles, pero no quería que tuviera pesadillas o que su curiosidad aumentara de tal manera que quisiera volver a aquella casa y no le pudiera proteger.
Aparcó delante de la puerta de su casa.
Antes de sacar a los niños del coche, abrió la puerta de casa. Después hizo bajar a Sergio y cogió a Michelle.
—Sergio, cariño, cámbiate. Ponte el pijama y lávate los dientes. Voy a acostar a tu hermano. Ahora voy a darte un beso de buenas noches.
El niño le hizo caso.
En otras ocasiones en las que habían ido a ver a sus abuelos y su madre le había dicho que hiciera esto mismo, había protestado. Aunque esa vez, el chico no tenía fuerzas para hacerlo. Estaba inverso en sus pensamientos, en el recuerdo de lo que había sucedido unos minutos antes en la Casa de los Williams.
—Si, mamá.
Por otro lado, tampoco quería preocupar a su madre. Sabía que no le gustaba esa casa. Estaba empezando a comprender por qué. Si lo que había visto lo que había visto, acercarse a ella no podía ser algo bueno.
¿Sería realmente esa casa tan peligrosa como ella creía?
Michelle se había despertado cuando su madre le estaba cambiando. Empezó a llorar.
—Mamá, ¿qué le pasa? – preguntó el niño señalando a su hermano –. ¿Mi hermano está bien?
—Nada, cariño. No te preocupes. Se ha despertado llorando –. Vuelve a la cama y duérmete.
Sergio se acercó al bebé. Su hermano le pedía que le cogiera. Dejó de llorar nada más que le cogiera en brazos.
Ayudó a su madre a cambiarle y se lo dio para que le acostara. El bebé no se quedó dormido del todo hasta que su hermano no se tumbó en la cama de su madre con él. Al pequeño le encantaba que Sergio se acostara a su lado. Solía quedarse más tranquilo cuando él estaba cerca.
Nada más cogerle en brazos Nicky, el bebé comenzó a llorar a pulmón limpio de nuevo. El bebé solo quería estar cerca de su hermano. Era con el que se sentía bien en ese momento.
Esto solo pasaba desde que el padre de los chicos murió. Antes de este acontecimiento, el bebé dormía de un tirón. Nicky ya no sabía qué hacer. Necesitaba la ayuda de Sergio para dormir a Michelle. No quería estar dependiendo de él continuamente, pero no le quedaba otra opción.
Los dos niños se quedaron dormidos en la cama de su madre. Ella tuvo que pasar la noche en el salón.
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Casa Encantada
Misterio / SuspensoBonnie es una profesora que acaba de aprobar las oposiciones. Por eso, junto a Charles, su marido y Mary, su hija, se mudan de Madrid a un pueblecito pequeño del norte de España. La familia cree que que van a poder tener una vida tranquila, aunque...