Capítulo 49

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"31 de Enero de 1992"

Había pasado más de una semana desde que Bonnie había visto la foto de Samantha. En todo ese tiempo, no había dejado de soñar con la misma escena en la que mucha gente huía de alguien que no era capaz de ver. Siempre se despertaba antes de poder averiguar quién era.

Había estado evitando ir al médico, tal y como le había prometido a su marido. "Realmente no creo que Javier pueda hacer nada para que yo deje de tener estas pesadillas." Le decía y otra vez a su marido cada vez que él insistía en que debía de hacerse un chequeo.

Cansada ya de que su marido estuviera tan pesado, Bonnie se decidió ir al doctor y contarle qué le sucedía.

—Buenos días – saludó Bonnie entrando en la consulta del médico.

—Bonnie. – saludó Javier a su visita. – ¿Todo va bien? ¿Mary está bien?

—Sí, sí. Todo está como debe con ella. Desde que vino de Madrid apenas ha vuelto a tener malas noches. Habla con nosotros y con Michelle, el niño de Nicky. Se relaciona muy bien. Y ahora con el perro, todo va mejor. Disfruta mucho con él.

—Entonces, ¿qué sucede? No es que tú y tu marido tengáis un historial médico especialmente largo.

—En realidad, vengo por cabezonería de Charles.

Bonnie le contó lo de sus pesadillas y los motivos por los que creía que no era algo para ir al médico.

—Tienes razón. Yo no puedo hacer nada para quitarte esas pesadillas. Estoy seguro de que es debido al estrés.

—Tampoco tengo tanto de lo que preocuparme.

—Bueno, Bonnie, esto es un pueblo. Todos nos enteramos de lo que sucede. Incluido lo del acoso al joven Williams.

A la profesora no le extrañó. En ese pueblo corren las noticias como la pólvora. En ocasiones eso era bueno, pero en este caso, no estaba muy segura si era así o no. Esas cosas no dejaban de pertenecer a la intimidad del niño.

—Entonces, ¿Qué hago para dejar de tener esas pesadillas? – Preguntó ella deseosa de volver al colegio. – Disculpa las prisas, pero tengo que dar una clase en un rato y no quisiera faltar a ella.

—No sé qué decirte. Supongo que tanto tú como Charles no tenéis malos hábitos de sueño o de alimentación, como en el caso de la niña. Lo único que puedo decirte es que intentes rebajar el nivel de estrés. Aunque, la verdad, dudo mucho que lo consigas. Tienes mucho carácter como para dejar las cosas poco más o menos como están, ¿verdad?

Bonnie asintió con la cabeza.

Javier tenía razón. Las cosas con Aiden estaban volviendo a su cruel cauce. Lo niños volvían a hacer de las suyas y ella tenía que poner orden.

La reunión con los padres había tenido cortas consecuencias. Sabía que hacer otra era una tontería. Tenía que dar con los padres de Aiden como fuera. Debía poner solución a aquella situación de una forma o de otra.

—Ten cuidado y relájate – le repitió el médico viéndola salir de la consulta.

—Lo intentaré – Bonnie se dio la vuelta –. Lo cierto, Javier, es que me voy un poco decepcionada. Tenía la absurda esperanza de que pudieras hacer algo por mí. Aun sabiendo que nadie puede hacer nada por quitarme estos malos sueños, venía con la ilusión de que pudieras aconsejarme alguna cosa.

—Lo siento.

Antes de dirigirse al colegio, pasó por casa. Quería hablar con su marido antes de incorporarse a las clases.

Le contó lo que le había dicho Javier.

—¿No hay nada que te haga descansar?

—Dice que no. Que intente bajar mis niveles de estrés.

—¿Estrés?

—Si. Parece que en este pueblo todos se enteran de lo que sucede. Especialmente si está relacionado con el apellido Williams.

Qué poco le gustaba a Charles aquello. Discriminar a alguien por un simple apellido le parecía horroroso. Especialmente si afectaba a su familia.

—Entonces, ¿qué vas a hacer con este tema?

—¿Con Aiden? – Charles asintió con la cabeza a la pregunta de su mujer. – Seguiré peleando por él.

Lo sabía. Charles lo sabía. Esa fuerza era lo que más le gustaba de su mujer, pero la tensión que aquello parecía provocarle, no era de su agrado. Menos aún que asustara a la niña con sus pesadillas.

Tenía que reconocer, al menos a sí mismo, que aquella situación le sobrepasaba. Primero fue su hija. No dormía bien y se aislaba de todo el mundo. Todavía tenía algunos episodios en los que no se relacionaba bien, en los que no le hacía caso ni a él ni a su esposa, pero estaba mejor. Ahora le tocaba a su mujer pasar por un mal trance. Aunque, al menos, en esta ocasión, a la persona que le sucedían las cosas, podía contar lo que le sucedía.

Tenía que convencer a su mujer de que bajara el ritmo. No le pediría a que no defendiera a Aiden. Sabía que eso era antinatural para su mujer. Aunque debía conseguir que se relajara un poco. Si seguía con ese ritmo, no habría forma de que mejorara.

—No me pidas eso– le contestó Bonnie cuando su marido le propuso aquello. – No sería capaz de dejarle solo.

—Baja el ritmo. Solo es eso. Tienes que hablar con los padres de Aiden antes de abrir una guerra abierta con los padres.

Bonnie sabía que su marido tenía razón. No podía a ir a lo loco. No solo por el bien de su salud. También Se debía al cuidado de aquel niño y, si a ella le sucedía algo, probablemente nadie le protegería de los crueles niños.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                              

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