"6 de Febrero de 1992"
Bonnie se estaba quedando impresionada con la dedicación que Peter le ponía a su familia. Sin duda, era lo que más le importaba.
—No entiendo por qué Aiden no tiene confianza en usted para contarle lo que le está sucediendo. A su madre, lo comprendo. Es de suponer que no querrá disgustarla. Hasta que hemos venido aquí, aunque tardara en decirme las cosas, me las terminaba contando.
Peter se tocó la cara. No sabía qué decirle. Ya le había contado cómo era la personalidad de su hijo.
—He de suponer que es por los problemas de salud que tiene su madre –contestó Bonnie–. Me quería poner de acuerdo con usted en la forma de afrontar esta situación.
—Se preocupa mucho por sus alumnos, ¿verdad?
Bonnie asintió.
Peter se quedó pensando en qué podía hacer él. Era cierto que no se había dejado ver mucho por el pueblo y que eso podía estarle perjudicando al niño, pero otra cosa no podía hacer. No podía dejar a su mujer sola.
—No sé si lo que estoy pensando lo podré hacer a menudo – dijo él–. Podría intentar venir los vienes a por él a la salida del colegio. No quiero dejar a mi esposa demasiado tiempo sola y, si vengo a traerle al colegio y a recogerle, implicaría descuidarla. Como comprenderá es bueno que esté sola.
—Supongo que eso relajaría la tensión con los padres.
El timbre sonó. Bonnie debía regresar a clase.
—Disculpe que termine esta conversación de forma tan abrupta, pero tengo que dar una clase. Espero poder estar en contacto con usted más a menudo.
—Despreocúpese. Por lo pronto, me comprometo a venir a recoger a mi hijo los viernes. Lo haré siempre que mi mujer se encuentre bien. –Sonrió.
Bonnie despidió a su invitado en la puerta del colegio.
__Ha sido un placer conocerle. – Le dijo la profesora.
—Lo mismo digo.
El resto de la mañana pasó volando.
Bonnie regresó a casa contenta. Aunque no había terminado de llegar a una conclusión con respecto al problema de Aiden con su padre, al menos le había conocido. Le había puesto al corriente de la situación familiar que tenían en casa. Además. Peter iba a ir a recogerle una vez a la semana. La cosa no había ido mal del todo.
Le contó a Charles, nada más llegar a casa, que había conocido al padre de Aiden y los problemas que había en esa familia.
—¿Ya estás más tranquila con ese tema?
—Algo más – le confesó –. Aunque, unos minutos después de que se marchara, caí en que no me había dicho el nombre de su esposa. Tampoco a qué se dedicaba ella antes de caer enferma o dónde viven.
—Bueno, tampoco es para preocuparse mucho de eso ya. Al fin y al cabo, va a estar yendo, al menos, una vez a la semana, por el colegio. El cambio es considerable.
Bonnie asintió. Sobre eso no decía nada. Únicamente había señalado que había cosas que no sabía, que había olvidado preguntarle.
Se la veía contenta, satisfecha con lo que había hecho. Sí, se había quedado cosas en el tintero, pero por lo general, había ido bien. Estaba deseando que llegara el próximo viernes para ver qué sucedía en la puerta del colegio.
Por la tarde se sentó a tomar un café con Nicky. Esta quería saber cómo habían ido las cosas con Peter. De nuevo, Bonnie le contó la conversación que había tenido con él.
—Parece que las cosas van mejorando.
La profesora asintió. Tenía muchas esperanzas puestas en aquel asunto. Esperaba que los padres hicieran cambiar a sus hijos si Peter se dejaba ver un poco más. Porque, en realidad, lo que tenían todas esas personas, eran tonterías metidas en la cabeza. Tonterías que se relacionaban siempre con ese apellido.
—Te has metido en una cruzada, Bonnie.
—Qué va. La gente es más razonable de lo que parece. ¿Qué te ha pasado a ti con el niño? Recuerda que al principio no querías sabe nada de él.
Nicky se sonrojó. Estaba avergonzada. Su amiga tenía razón y ambas lo sabían. Quizás pudiera conseguir solucionar aquel asunto, aunque muy mal lo veía.
Tras tomarse el café, fueron a dar un paseo por el pueblo. Sergio, que seguía castigado, como niño que era, quería salir de casa y Michelle y Mary igual.
En la plaza se cruzaron con Aiden, que, como de costumbre, habían salido a hace un recado para sus padres.
—Buenas tardes, señoritas – saludó el niño con cortesía. Miró a Bonnie–. ¿Mi padre ha ido ya a hablar con usted?
—Si, ya lo ha hecho. Hemos estado hablando. Le he contado mis preocupaciones.
Aiden sonrió. Se acercó a Michelle, el cual, estaba en brazos de Sergio.
—Tu hermano es muy guapo – dijo Aiden queriendo acariciar al niño–. Ojalá yo también tuviera un hermano.
Michelle se alejó todo lo que pudo del amigo de su hermano. Se abrazó a él con fuerza y comenzó a hacer pucheros.
Nicky cogió al niño, quitándoselo a su hermano.
—Lo siento. – Volvió a intervenir Aiden. – Asusto a todo el mundo.
—No tienes por qué preocuparte. Los niños lloran por cualquier cosa. – Contestó Bonnie.
El niño no sabía qué decir. Se sentía culpable.
Sonrió a sus dos profesoras. Quería demostrar que aquella situación lo le importaba, que tenía fuerza para aguantar que Michelle le rechazara.
Sin decir nada más, Aiden regresó a casa.

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Casa Encantada
Mistero / ThrillerBonnie es una profesora que acaba de aprobar las oposiciones. Por eso, junto a Charles, su marido y Mary, su hija, se mudan de Madrid a un pueblecito pequeño del norte de España. La familia cree que que van a poder tener una vida tranquila, aunque...