Capítulo 24

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"9 de Diciembre de 1991"

Bonnie había pasado una noche horrible. Ya no solo era la niña, que había estado llorando toda la noche. Las pocas horas que había conseguido dormir, había estado teniendo pesadillas.

En sus sueños, se encontraba en un lugar oscuro, silencioso y frío. Corría, pero no había salida. Sentía que algo la perseguía, aunque no hubiera nadie a su alrededor.

En un momento dado, cayo de rodillas sobre algo que parecía ser el suelo. Sentía cómo se asfixiaba. Tosía. No podía parar de toser. Su cara se puso roja como un tomate. Necesitaba coger aire, peo no era capaz.

Lo que le sucedía en el sueño, parecía tener reflejo en la realidad. Charles se preocupaba. No sabía si despertarla del todo o dejarla medio dormida.

En un par de ocasiones tuvo que ser despertada por Charles. En ninguna de las dos ocasiones Bonnie se llegó a despertar del todo. Únicamente se revolvía un poco en la cama. Salía de ese mundo de oscuridad durante unos minutos. Cuando volvía a quedarse dormida de nuevo, el sueño se reiniciaba.

Cuando Bonnie se despertó, Charles ya tenía hecho el desayuno. Entre unas cosas y otras, no había podido pegar ojo.

Tras darse una ducha rápida, se sentó en la mesa.

—Bonnie, ¿estás bien? – le preguntó su marido.

—Si, cariño.

—¿Qué te pasó anoche? Estuviste gritando en sueños casi todo el tiempo. Casi ni te despiertas con el llanto de la niña.

—Pesadillas. Bueno, solo una. Era... - Dudaba en cómo definirla.

—¿No me las quieres contar?

Mary titubeó. Había sido un sueño perturbador.

—Eran entre raras y horribles. No son fáciles de definir. En realidad, solo era una. Cada vez que volvía a quedarme dormida del todo, volvía a aquel sitio, o "no sitio". No sé cómo explicártelo.

Charles notaba el nerviosismo de su mujer. Conocía bien sus tics. Cada vez que algo la alteraba, removía compulsivamente el café con la cucharilla. Incluso, en ocasiones, le echaba azúcar. Esto era justo lo que estaba haciendo.

Él cogió su tostada y se la untó. Cada vez que se ponía de esa manera, lo mejor que él podía hacer era no dirigirle la palabra, no preguntarle. Debía dejar que organizara sus pensamientos.

—No te preocupes, cariño – le dijo Bonnie–. Creo que solo necesito recordar lo que soñé anoche.

_Me preocupa que te pongas así.

—No te preocupes. Habrá sido tan solo un sueño vívido. Demasiado para mi gusto –. Sonrió.

Charles recordó la época en la que vivían juntos antes de casarse. Alguna vez había tenido sueños que recordaba al despertar. Cada vez que tenía uno, se despertaba muy agitada. Pero aquello había sido distinto. No había forma de despertarla. Cuando eran novios, era pronunciar su nombre y abrir los ojos.

No sabía cómo no preocuparse por lo que le había sucedido la noche anterior a su esposa. Había sido extraño.

Bonnie no le dio mayor importancia al asunto. Tras el desayuno, terminó de preparase y se fue al colegio. Charles, por su parte, desertó a la niña y la arregló. Empezó a trabajar.

En el colegio, todos los niños estaban en fila al lado de sus aulas. Esperaban a que sus profesores llegaran y abrieran las aulas.

Estaban todos callados. Era extraño. Normalmente, con la energía que suelen tener los niños desde primera hora, daban gritos, cantaban e incluso, saltaban y corrían hasta que algún adulto les llamaba al orden.

—¿Esto no está demasiado calmado? – preguntó Nicky a su compañera al ir subiendo las escaleras. – Es lunes, y suelen estar calmados, pero aun, así y todo, esto es demasiado silencio para estos pequeños demonios, ¿no te parece?

—Si es cierto – sonrió –. A media mañana empezarán a dar la misma guerra que de costumbre, ya verás.

Estaban todos en orden de lista, como angelitos al lado de sus puertas. Extraño, muy extraño. Todos los profesores podían verlo. Era una verdadera sorpresa para todos.

Cada profesor abrió su aula e hizo pasar a sus alumnos.

Los alumnos abrieron sus libros por donde les había indicado los profesores.

A lo largo del pasillo, Bonnie comenzó a escuchar jale. Los niños comenzaban a despertarse. Todos hablaban menos sus alumnos.

_Chicos, ¿Qué os pasa? – Preguntó la profesora.

Ningún niño dijo nada.

—Podéis contarme lo que sea. Prometo que, si habéis hecho alguna trastada, no me enfadaré ni os castigaré. ¿Qué os sucede?

Tras comprobar que sus compañeros no decían nada, Sergio dio un paso adelante y contó lo que les pasaba.

—Señorita Bonnie, mis compañeros piensan que Aiden es raro. No quieren ser amigo del nuevo compañero. Quieren estar lo más lejos de él posible y no quieren hablarle.

La profesora se llevó las manos a la cara. Ese comportamiento no les hacía ninguna gracia.

Los niños debían aprender que todos eran iguales y que esa forma de actuar afectaba de forma negativa a ese pequeño. Tenía que enseñarle a hacer estas cosas bien.

Sabía por qué era. Ese maldito apellido...

—Chicos, ¿Vuestro rechazo es porque se apellida Williams?

los alumnos se quedaron en silencio. Claro que era por eso. Estaban tan acostumbrados a escuchar cosas sobre el caserón de a las afueras del pueblo, que no eran conscientes que había muchas personas que se apellidaban así.

—¿Alquilen me puede decir por qué es tan importante ese apellido?

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