Capítulo 71

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"31 de Marzo de 1992"

Nicky había tenido varios días para decidirse si dejaría ir a su hijo a la fiesta de Aiden o se lo iba a prohibir. Tras sopesarlo mucho, ver todos los inconvenientes que tenía y luchar contra sus miedos, decidió dejarle ir.

Sergio se puso muy contento al saberlo. Apenas quedaban cuatro días para el cumpleaños cuando su madre se lo dijo. A esas alturas creía que le iba a decir que no podía asistir.

Antes de ir al colegio, durante el desayuno, Nicky sentó a su hijo frente a ella. Quería hacerle saber su decisión sobre la fiesta.

—¡Gracias, mami! – le dijo–. ¿Estás segura de que me quieres dejar ir?

—Sí, cariño. Pero tienes que seguir una serie de normas que yo te ponga. Sabes que me da mucho miedo que te acerques a esa casa. Más aún que entres en ella. No eres consciente del esfuerzo que hago para no prohibirte ir a la celebración de tu amigo.

—Mamá, te prometo hacer lo que me digas. Todas, absolutamente todas las instrucciones que me digas, las seguiré al pie de la letra.

Nicky sonrió.

Para empezar, no se quedaría durante toda la fiesta. De las cuatro horas que ponía en la fiesta que duraría, solo podría ir dos horas y media, solo jugaría en la habitación donde Peter les indicara, tendría mucho cuidado con lo que comía y, si podía evitar comer, mejor. Estando en obras, había muchas cosas que podía hacerle daño. Por supuesto, ella iría a recogerle con el coche a la hora acordada.

Por otro lado, tenía que ponerle ciertas reglas por si pasaba algo sobrenatural en esa casa. Por mucho que pensaba, no se le ocurría ninguna norma que el chico debiera cumplir a ese respecto. Estando ahí dentro, ella no podía hacer nada para protegerle.

_Solo tengo que ponerte una norma más. - Señaló Nicky. – Si ves algo raro, por más pequeño que sea, sal corriendo de allí. Que no te importe nada más. Continúa así hasta el pueblo y ahí, grita. Vocea hasta que alguien salga a la calle y pueda ayudarte. ¿Vale?

Sergio asiente sin dejar de abrazar a su madre. Cumpliría todas sus normas y alguna más que él se impondría a sí mismo. Sabía lo que había visto allí y no quería revivir esa situación ni nada similar.

La conversación se interrumpió al sonar el timbre. Aiden, como cada mañana, había llegado a la casa de su amigo y, detrás de él, Bonnie y Charles con la niña y el perro. Iban a recoger a Michelle y después, ir al colegio.

Sergio se abrazó a su amigo.

_¡Me dejan ir a tu cumple! – Le gritó. – Me han puesto unas normas que tengo que seguir, pero voy a poder ir a tu cumpleaños.

Durante el camino al colegio, los dos niños fueron hablando sobre qué iba a hacer en el cumpleaños de Aiden.

—Me alegro que al final te hayas decidido ir dejarle ir. Se le ve muy contento. – Le dijo Bonnie a su amiga en voz baja para que los niños no se enteraran.

Esa mañana, Charles no tenía mucho trabajo que hacer, por lo que decidió hacer una escapada al archivo del ayuntamiento. Su interés por el caserón no había menguado, pero si el tiempo que podía dedicar a leer sobre él y la familia que había habitado en ella. El trabajo y los niños le absorbía mucho tiempo. Además, tenía la cabeza puesta en la terapia de su esposa.

—Buenos días, Miguel. ¿Tienes algo para mí? – Le preguntó al archivero apoyándose en el mostrador.

—Ya no te quedan muchas cosas por mirar. – Contestó. – Pronto dejarás de visitarme y te olvidarás de mí. – Bromeó.

—Tú eres inolvidable, cielito.

El archivero se levantó para ir con el visitante a la sala de consultas. Le dio los pocos papeles que le quedaban por ojear y regresó a su puesto.

Charles tardó una hora escasa en leer lo que el funcionario le había prestado. Tenía razón. Ya no le quedaba gran cosa por leer y, menos aún que le sirviera para resolver el misterio que había entorno a la familia Williams.

—Ve a la iglesia– le sugirió Miguel–. Dudo mucho que haya gran cosa sobre esa familia, pero algo puede haber que te resulte de interés.

—Quizás me acerque. No sé si lo haré hoy u otro día. Aún tengo que ir a por el pan. ¿Qué puedo encontrar allí?

Como en todas las iglesias, se guardaban las partidas de bautizos, matrimonios y defunciones. Aquella información no era sobre la casa en sí, pero sí de la familia que la había construido. Charles se planteaba ir, aunque no fuera ese mismo día.

—Bueno, Miguel, nos vemos otro día.

—Siento que ya no tengas excusa para regresar por aquí. Esto estará realmente aburrido y silencioso sin vosotros– dijo mirando a los niños.

—Siempre podemos quedar para tomar café. Ya lo hemos hecho antes.

Antes de regresar a casa, se pasó por la iglesia. Aunque llevaba meses viviendo en aquel pueblo, hasta ese momento, no había ido a verla. Ni Bonnie ni él eran especialmente creyentes, por lo que no sabía si estaría abierta o no.

Tenía curiosidad por saber qué podía encontrarse allí. Era consciente que la documentación no sería de la misma índole que la del ayuntamiento y que esta sería mucho más escasa. Solo le serviría para hacerse una idea de dónde estaban enterrados y quién era hijo de qué matrimonio. Poca cosa más. Aun así, quería saber algo más sobre ellos.

Al llegar a ella, vio a un sacerdote salir de ella. No sabía si era el párroco o estaba haciendo una visita.

—Buenos días, padre. – Saludó Charles.

—Buenos días. ¿Querías algo?

—¿Es usted el responsable de esta iglesia?

El sacerdote asintió. Era un hombre de unos setenta años de edad, canoso, bajo y de ojos claros. La sotana negra que vestía tapaba la gran barriga que tenía. En su mano, llevaba una llave de una motocicleta modelo vespino.

—Si, soy yo. Me llamo Diego Sánchez. – Pasaron al interior del templo para seguir la conversación.

Charles le contó los motivos que le habían llevado hasta allí.

—No te has acercado por un tema muy normal. Es inusual que alguien venga preguntando por esas cosas.

—Lo sé, padre. ¿Es posible que pueda consultar esos documentos?

Diego asintió. Tenía que buscar los documentos que le estaba pidiendo, pero no había problemas en que él pudiera leerlos. Eran documentos públicos, al fin y al cabo.

—Déjame un número de contacto. En cuanto los tenga organizados, te llamo.

Charles agradeció las atenciones del sacerdote y regresó a casa.

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