capítulo 13

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"29 de Octubre de 1991"

Mary tenía cita en el médico a las ocho de la mañana. Su padre nunca la levantaba tan temprano. Estaba descolocada.

La niña apenas había dormido. De nuevo, se había despertado a las tres de la mañana y no había parado hasta pasadas las cinco de la mañana.

Bonnie, ese día entraba un poco más tarde al colegio. No tenía clase a primera hora.

Nicky les había dicho a sus suegros que se quedaran con Michelle, pero Bonnie insistió en que se quedara con ellos, como siempre. Podían llevárselo al médico y, después, a casa. Allí se quedaría con Charles, como todas las mañanas.

Tanta fue la insistencia del matrimonio, que terminó por ceder y dejarles el niño.

El matrimonio, junto a los dos niños, pasaron a la consulta del doctor al ser llamados.

Se sentaron frente al escritorio. El matrimonio quitó los abrigos a los niños. En ese lugar hacía calor. Charles tenía sentada a Mary en su regazo y Bonnie sostenía a Michelle.

_Buenos días – saludó el doctor Matías –. ¿Cuál es la razón de su visita?

_Buenos días – devolvió el saludo Charles – Venimos por Mary, nuestra niña. Se despierta todas las noches a la misma hora, y pasa la. noche llorando. No sabemos qué le puede estar sucediendo. Es raro en ella. Siempre ha dormido muy bien, ha sido muy buena.

El doctor se levantó y cogió a la niña. Pidió al padre que la desvistiera para poder hacerle un chequeo lo más completo posible. La puso en la camilla y comenzó a revisarla.

Charles regresó a la mesa, junto a su mujer con la ropita de la niña.

Diez minutos después, se sentó de nuevo en el escritorio, dejando a la pequeña en brazos de su padre. Este le puso la ropa.

—En un principio no veo que le suceda nada. De todas formas, le voy a hacer un análisis de sangre, no sea que sea algo que no pueda detectar en una revisión.

Charles miró a su esposa. Desde que nació, ningún médico le había solicitado este tipo de prueba. No sabían cómo se iba a comportar.

Si le habían puesto varias vacunas y siempre había portado bien. Pero lo que no habían hecho eran análisis.

El doctor sacó los tubos y la jeringa para la extracción de sangre.

—Por favor, sujete bien a la niña, que no se mueva –. Le pidió a Charles –. Es complicado hacerlo si se mueve.

Su madre le levantó la manga de la camiseta.

La niña no hizo ni una mueca al sentir el pinchazo o al percibir cómo la sangre salía de su cuerpo.

—Volved a la semana que viene – dijo con rotundidad el doctor –. Tendré los resultados listos.

Los padres asintieron.

Los dos se dirigieron a la puerta.

—Me alegro de que una nueva familia se haya instalado en el pueblo. – Sonrió el médico, que había visto cómo la población había ido descendiendo poco a poco. – Sean bienvenidos.

El matrimonio sonrió.

Durante el camino a la casa, pocas palabras cruzaron entre Charles y su esposa. No sabían qué decir. Tampoco es que hubiera grandes cosas que compartir sobre la consulta. El doctor Javier Martín, no les había dicho nada relevante. Para él, todo estaba bien.

—¿Qué crees que dirá el análisis? – preguntó Bonnie con voz de preocupación.

_Ni idea. Lo que sea, esperemos que nos indique qué podemos hacer para solucionar lo que le sucede a la niña.

Viendo la preocupación de su mujer, Charles la abrazó. Pasaron todo el camino callados.

Bonnie dejó a su marido con los niños en casa. Ella tenía que ir al trabajo.

Charles, tras dejar a los niños jugando en el salón, acompañó a su mujer a la puerta para despedirse de ella hasta la hora de comer.

—No te preocupes, cariño – dijo él tras darle un beso a su esposa –. La niña estará bien.

Ella le sonrió.

A Bonnie le parecía mentira que en ese momento Charles fuera el que estuviera más entero, el que estaba menos nervioso.

Bonnie se puso en camino. Los metros que la separaban del colegio estuvo metida profundamente en sus pensamientos.

No quería que a su niña le pasara nada, pero quería saber qué le sucedía a Mary. Tenía que ayudar a su niña.

Que no durmiera bien no tenía que tener más importancia. Era posible que solo fuera una fase. Aun así, seguía preocupada.

Al llegar al colegio, Bonnie se cruzó en los pasillos con Nicky, la cual le pidió que le contara qué había dicho el médico. En ese momento no es que tuvieran mucho tiempo, pero tenía curiosidad.

—Nada Nicky – contestó Bonnie –. No nos ha dicho nada.

Bonnie dejó sus cosas en la sala de profesores. Cogió sus enseres para dar clases y, en compañía de su amiga, se dirigió al aula.

—¿Nada? Qué raro. El doctor Martín es muy bueno. Es muy raro que no de un diagnóstico.

—Dice que físicamente no le sucede nada. Le ha hecho un análisis sanguíneo. En una semana tenemos que regresar a la consulta.

En ese momento, las dos entraron en sus respectivas aulas que, en este caso, estaban enfrente.

Se pusieron a dar clase.

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