"Los sueños de Nicky."
Los sueños de Nicky eran escalofriantes. Se levantaba cada día con ganas de vomitar y muy mareada. Normal para una mujer embarazada, pero no tanto. A veces perdía el conocimiento. Cuando esto sucedía, aunque no estuviera dormida, se transportaba a ese otro mundo donde estaba con Samantha.
Recordaba con especial ahínco uno de esos sueños.
Corría. Estaba al lado de una señora con vestido de flores muy guapa. Cuando estaba con ella, cuando estaba metida la acción de esa pesadilla, ni era consciente de con quién estaban, que estaba muerta. Lógicamente sabía quién era ella, pero no era totalmente consciente de quien era. Tampoco tenía consciencia de ser ella misma. Se sentía otra persona.
No podía parar de correr. Les perseguían. Exactamente no sabía quiénes eran, solo que tenían que correr, tenían que terminar de cruzar la frontera y despedirse del país. Era o eso, o esconderse en algún lugar cercano que fuera seguro. Para eso, el grupo debía separarse y así lo hicieron.
Nicky iba en el mismo grupo que Samantha.
Había gente que les pisaba los talones. No conseguía saber exactamente de quién se trataba, aunque estaba segura de que era alguien relacionado con el nuevo régimen político.
Encontraron una cueva. Más bien era un conjunto. Todo el grupo se escondió allí. Estaban escondidas bajo tierra, al menos, la mayoría, las más seguras.
Vieron pasar delante de ellos los pies de soldados. No estaba segura de cómo lo sabía, pero lo sabía.
—Samantha, ¿qué es eso? – dijo Nicky en voz muy baja.
—Guarda silencio, niña o nos descubrirán.
Sus labios se movían solos. No sabía por qué había dicho aquello. Comprendía por qué tenía que estar callada, pero las palabras salían de ella sin pensar.
Tuvieron que pasar varias horas en silencio, Los soldados peinaban la zona. Eran concienzudos.
Dentro del pelotón de búsqueda, había dos grupos. Algunos seguían adelante, corriendo. Peinaban la zona a toda prisa. Otro grupo se quedaba atrás por si alguien había conseguido esconderse. Estos iban con perros entrenados y eran mucho más concienzudos.
Se habían encontrado con los soldados por la tarde, algo pasadas, se les había de noche allí escondidos.
_¿Cuándo se van a ir? – Preguntó un niño. – Estoy cansado de estar aquí–. Se quejó.
Nicky abrazó al pequeño. Recordaba que quería consolarle, pero no su carita. Tampoco su nombre, aunque Samantha le llamaba don él.
Las horas pasaban estériles. No había forma de salir de allí.
Nada sabían de los otros grupos. No sabían si estaban bien, si les habían cogido o si habían conseguido pasar a Francia, cosa que esperaban con todos los buenos deseos de su corazón.
Había anochecido ya cuando creyeron seguro salir. Era noche cerrada.
Anduvieron varios kilómetros hacia la frontera. Aun quedaba mucho camino hacia la frontera.
Nicky no sabía cuánto tenían que andar hasta el país vecino. La mayoría de las veces, este camino se hacía en coche, en camiones. Apenas llevaba unas horas. En otras ocasiones, se hacía andando, Cuando esta última opción se daba, no se sabía cuándo se regresaba o cuánto tiempo llevaba hacerlo, solo sabía que tenían que invertir muchísimo tiempo.
El grupo escuchó algo a su alrededor. Todos miraron a ver qué sucedía porque ese ruido no podía ser de animales.
Les sorprendieron los soldados.
El terror se apoderó de aquellas personas de tal manera que se quedaron paralizados.
—¡Corred! – Gritó Samantha. – ¡No os quedéis parados o abrirán fuego!
Los adultos cogieron a los niños que había en el grupo en brazos e intentaron obedecer a aquella mujer.
Los soldados esperaron unos minutos antes de abrir fuego. Aquello se había convertido en un deporte. Coger a gente que huía del país, a la que se consideraba traidores a la patria, se convirtió en una diversión.
—¡Soltad a los perros! – Pidió uno de los altos cargos de aquel pelotón.
Los animales persiguieron a los migrantes. Cogieron a alguno de ellos y se ensañaron con ellos. Los mataron a base de mordiscos. A los que no habían cogido, fueron los soldados quienes los persiguieron.
Al amanecer, fueron fusilados.
Lo últimos recuerdos que tenía Nicky de aquel sueño, era el sonido de los disparos y el olor a pólvora mezclada con sangre.
Al despertar vio a Sergio, su marido, el cual había estado intentando despertarla durante más de una hora. Ella estaba tan absorbida por su sueño, que era incapaz de despertar y, cuando lo hizo, no podía dejar de gritar y llorar. Estaba muy asustada.
Se abrazó a él con desesperación. Estaba muy angustiada.
—Nicky, ¿qué te sucede? ¿Qué pasa?
Le costó mucho reponerse. Sentía asfixia. Era incapaz de respirar. Aún sentía en su piel el impacto de varias balas.
Sudaba. Su marido tuvo que ayudarla a ir al baño para ducharse. Pensó que eso calmaría sus nervios.
En su espalda, había aparecido de la nada varios cardenales bastante grandes. Coincidían con el impacto de varios disparos. También tenía algunos en el pecho y en el estómago, aunque de menor tamaño.
Nicky tardó varios días en olvidar aquel sueño.

ESTÁS LEYENDO
Casa Encantada
Mystery / ThrillerBonnie es una profesora que acaba de aprobar las oposiciones. Por eso, junto a Charles, su marido y Mary, su hija, se mudan de Madrid a un pueblecito pequeño del norte de España. La familia cree que que van a poder tener una vida tranquila, aunque...