Capítulo 6

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El caserón

El caserón ha estado en mal estado desde hacía décadas. La puerta que daba al jardín y la verja que daba al jardín estaba medio oxidada y se abría y cerraba con cierta facilidad. Los hierbajos podían ser más altas que muchos chicos.

Hasta la puerta principal era fácil pasar. Desde ahí se podía ver el interior. Al menos, la primera planta.

Había un pasillo enorme que empezaba en la puerta principal y terminaba en la cocina. A la derecha, según las personas se adentraban en la casa, se encontraba unas enormes escaleras con pasamanos con adornos caprichosos. Acto seguido, un saloncito no demasiado grande preparado con un sofá pequeño y un televisor. Después, un baño pequeño, el cual separa el salón de un enorme comedor.

Al fondo la cocina. Gigantesca. Aún tenía los muebles propios de esta estancia. En el centro, una isla que utilizaban para comer a diario. A unos de los laterales, una mesa que llevaba generaciones en la familia.

Al volver hacia la puerta, se puede encontrar una biblioteca. Sus estanterías llegaban hasta el techo.

Poca gente sabía lo que había en la segunda planta. Esta parte tenía siete habitaciones. La principal era la que quedaba justo frente a las escaleras. En ella había aún una cama con dosel.

Junto a otros tres baños, esta vez completos, también había un cuarto de juegos con paredes de azul cielo. Algunos juguetes estaban aún por el suelo.

Tenía que haber sido una casa impresionante cuando estaba habitada.

Estaba a las afueras de la ciudad. Siempre fue así.

El pueblo ya tenía cierto tamaño cuando la familia Williams decidió instalarse allí. Oeste-Village era un pueblo que tenía más de quinientos años. Cuando se fundó apenas tenía cincuenta habitantes. Con el tiempo fue creciendo.

Doscientos años atrás, cuando esta familia decidió instalarse allí, tenía casi quince mil habitantes. Era un pueblo bastante grande.

La mayoría de la gente se dedicaba a la ganadería. Compraban y vendían animales y los productos que procedían de ellos.

Oeste-Village disfrutaba de una economía muy próspera.

Quizás fuera por este motivo por el que la familia Williams decidiera, en un primer momento, establecer allí su residencia de verano.

Tardaron dos años en terminar de construir la casa.

La experiencia de vivir allí durante unos meses les gustó tanto que decidieron vivir allí de forma permanente.

La casa siempre estaba llena de vida. La familia siempre procuró rodearse de personal más que suficiente para que todo estuviera en orden y ayudar, dando trabajo, a todos los que lo necesitaran.

Por esto, los Williams siempre fueron muy queridos entre los habitantes del pueblo.

Los niños de los empleados jugaban entre los muros de aquella casa. Siempre, como si de una tradición se tratara, se contaba a los más jóvenes cómo era el caserón por dentro. Era por esto por los que cada niño sabía y, en el futuro sabrían cómo entrar y salir de allí sin problemas.

Con los años la economía de Oeste-Village fue cambiando. El poder de la administración fue ganando peso con respecto a la ganadería. Los pequeños ganaderos se fueron organizando. Crearon una cooperativa. El comercio se expandió.

Esto no hizo que la gente se quisiera quedar en el pueblo. Los hijos de estos ganaderos pudieron salir fuera del pueblo para estudiar. La mayoría se quedaron en las ciudades donde aprendían lo que iban a ser sus profesiones. Esto hizo que el pueblo se fuera despoblando.

Aun así, la familia Williams siguió instalada en Oeste-Village. Las nuevas generaciones de la familia consideraban aquel lugar su hogar.

La Guerra Civil no tuvo un buen efecto para el pueblo.

Era un lugar de tránsito para gente que huía de distintas ciudades camino a Francia. Los habitantes intentaban ayudar a los que, por miedo, querían empezar a vivir en el país vecino.

Podrían haber vivido muy tranquilos si no hubieran estado tan cerca de la frontera. Tanto el ejército republicano como el del bando nacional sabían que mucha gente salía del país ayudados por las personas de ese lugar, por lo que siempre que les era posible, intentaban tener controlado el pueblo.

Tras la Guerra, las nuevas políticas de migración hizo que este pueblo estuviera aún más vigilado. Muchos de los propios habitantes del pueblo salieron de Oeste-Village asustados.

Iban a todos lados, tanto en territorio nacional como al extranjero.

Fue en esta parte de la historia en la que se pierde cualquier pista de la familia Williams.

Se sabe prácticamente todo de cómo llegaron al pueblo y de cómo se construyó la casa familiar. Por el contrario, no hay constancia alguna de cómo dejaron el pueblo. Tampoco hay datos de la muerte de ninguno de los miembros de la familia.

La desaparición de la familia se quedó como el gran misterio que rodeaba la localidad.

Respecto a la casa, no se tocó en nada. Siempre se tuvo la esperanza de que algún miembro de la familia Williams regresara y reclamara su propiedad.

El interior fue decayendo. El jardín, que en su día estuvo lleno de flores y color, estaba apagado, sombrío y lleno de malas hierbas.

La cocina, que siempre olió a comida recién echa y a dulces, estaba llena de polvo. Sus muebles se caían a pedazos.

La biblioteca, la cual estuvo llena de libros y, que estaba en constante ampliación, permanecía vacía.

Los juguetes de los niños ya no habitaban en el cuarto que le correspondía. Esta estaba vacía.

En los cuartos aún permanecían algunas camas, pero con pocos muebles.

El esplendor que una vez tuvo, brillaba por su ausencia.

Casa EncantadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora