Y a pesar de que fue casi un susurro, en medio de la noche las palabras rebotaron y tuvieron un eco imaginario, se hicieron grandes en el infinito porque eran nuevas y salidas de los labios y el alma de alguien que nunca amó. Salidas de algún lugar de las tinieblas donde evidentemente aun quedaba algo de la luz inicial y verdadera que sobrevivía a la impuesta y obligada oscuridad, el impuesto y obligado odio.
La rubia le acarició la mejilla con tanta suavidad que parecía que tocaba al ser más frágil del mundo. Porque tal vez Dulce lo fuera, porque si a nuestro hipotético lobo estepario y asesina la perforábamos y llegábamos debajo de la sangre cargada por años, sin dudas lo era.
An - Yo también, te amo -dijo con voz más suave y fuerte, segura y sincera-...Te amo y mucho -dijo una vez más antes de besarla tiernamente-
El beso se extendió en el tiempo como una confirmación de sus palabras y las caricias fueron sin prisa y hasta casi inocentes. Luego solo se abrazaron en silencio, ambas perdiendo su mirada en la luna reflejada en la quietud e inmensidad que trasmite el mar de noche.
Hay veces que una vez dichas las palabras clave todo el resto está de más y esta era una de esas ocasiones. Cada una había dicho todo lo que podía ser dicho en esa situación y ahora solo quedaba el silencio sincero de dos personas que están más allá de lo verbal para poder comunicarse. Todo podría ser la imagen de una relación casi épica en su esencia y que a pesar de todas las probabilidades en su contra se volvía fuerte, cercana a ser indestructible, si tranquilamente podría ser la imagen de eso si no fuera por la verdad oculta, el secreto que Dulce no revelaba a su amada y que cargaba sobre sus hombros más pesado que el mundo mismo.
En el fondo la morena sabía que ese secreto manchaba su confesión de amor, le sacaba la fuerza inicial que había hecho que esas simples palabras se extendieran pero quería apartar esa mancha para poder vivir el momento, aunque el momento fuera una falacia si se tomaba en cuenta esa omisión. Y así fue que la morena dejó de pensar, dejó de sentir todo lo que no fueran las caricias de su novia, todo lo que no fuera el contacto con su cuerpo. Porque estaba determinada a intentar lo imposible, el realismo mágico o como quieran llamarlo. Y dejó simples y tiernos besos mientras que la mantenía entre sus brazos. Siguieron comunicándose con caricias y de a poco todo se volvió más intenso, menos inocente pero igual lleno de amor. La brisa del mar susurró en sus oídos y la morena sintió como su amada temblaba ligeramente.
Dul - Vamos adentro -dijo en su oído suavemente como reticente a romper ese ahora cómodo silencio-
La rubia solo asintió y permitió ser guiada por los fuertes y seguros brazos de la morena. Todo lo que siguió en esa habitación fue natural, nada forzado, solo dos cuerpos que se buscaban mutuamente, sin prisa pero con deseo, sin desesperación pero con necesidad. Lentamente la ropa volvió a ser descartada hasta que ahora solo había desnudez. Dulce recorría el cuerpo de su novia pausadamente, a veces deteniéndose como para pedir permiso porque temía haber perdido el derecho de tocarlo pero la rubia le demostraba que la confianza para entregarse a ella seguía estando en el mismo lugar, tal vez por un fugaz momento había menguado pero ahora era igual de fuerte que antes.
Al notar esto la morena volvía a recorrerla libremente, sintiéndose dueña de esa piel, esos labios que se movían perfectamente contra los suyos. Y sus dedos, que ya conocían el camino de memoria, volvieron al lugar donde más les gustaba estar, deslizándose expertamente y liberando el placer. Y así fue varias veces hasta Anahi quiso ser quien diera el placer para que la morena lo recibiera y la recibiera a ella en su interior, de más está decir que la morena no tuvo ninguna objeción en cambiar los roles, entregándose a todo lo que su novia quisiera hacerle y disfrutando cada toque como solo lo hacía con ella.