Cap.50 "Todo va a estar bien".

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Nota de la autora: Final sorpresa! Disfruten!

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Ella se acercó a mi y me envolvió en sus brazos. Volver a su casa, con todos allí, sintiendo su perfume me hizo sentir aun más nostálgica y triste de lo que ya estaba. Cerré los ojos e intenté abrirlos para que las lagrimas no se acumularan, pero cuando vi el sofá allí sólo pude recordar el día de mi cumpleaños y Nathan diciéndome que me amaba.

Sollocé debajo de su cuerpo y ella apretó su brazo. Había necesitado tanto esto. Si bien mis hermanos se habían encargado de darme suficientes abrazos, no eran lo mismo. Bernarda era como una madre para mi  ella tenía más años y experiencia que yo, sin contar la vida de sufrimiento que había atravesado. Ella sabia como yo me sentía y me hizo sentir mas contenida.

La mano de Renzo sobó mi espalda cuando se dio cuenta que estaba llorando. Un calor suave recorrió mi cuerpo, sentí una extraña paz extenderse por mi cuerpo y noté que no era por el tacto de mi hermano. Abrí los ojos lentamente y pude ver a Renata, sentada sobre uno de los sofás, mirándome fijamente con una mirada de lastima y una sonrisa triste. Pestañee en una forma de agradecerle que me hiciera sentir tranquila y ella movió un poco su cabeza, dándome a entender que no era nada.

—Nos vamos en veinte minutos —oí la voz de Cato pero no abrí los ojos—. Preparen lo que falta y nos encontramos afuera —me separé de ella y me limpió las lagrimas con sus pulgares, dándome una sonrisa reconfortante. Pude ver como todos comenzaban a dispersarse por la casa. Agradecí que todos ignoraran el hecho de que estaba llorando.

—La habitación de Irina esta limpia, si quieres estar un rato sola —Bernarda me susurró antes de dirigirse a la cocina.

Augusto pasó por mi lado frotando mi brazo y Ulises apareció con un vaso de agua. Lo tomé sin decir nada y subí las escaleras con lentitud, entrando en la habitación de Irina.

Entrecerré la puerta lo que mas pude y antes de llegar a sentarme en la cama, me había desplomado en el suelo.

Las lagrimas comenzaron a salir de mis ojos mientras me abrazaba a mi misma. Me sentía tan devastada de verlo otra vez.

La imagen de el, mirándome en la sala, apareció en mi cabeza. Sus ojos fijos en mi. Sin expresión, sin ninguna emoción alguna. Tal y como me había dejado en la calle la ultima vez que lo vi. Mi corazón dolía dentro de mi pecho.

¿Cómo iba a hacer para verlo a la cara? ¿Para verlo sin largarme a llorar? ¿Sin sentirme tan rota y decepcionada? ¿Sin recordar todos los besos y caricias?

Oí la puerta abrirse y no me molesté en girar a ver quien era. No me importaba, sacar el dolor de mi pecho llorando era mas importante y quien sea que estuviese allí, ya sabia que yo estaba así de rota.

Escuché como sus rodillas caían al suelo y sus brazos rodeaban mis hombros. Seguí sollozando, sin importarme que me oyera. Movió una de sus manos sobre mi hombro, dándome fuerzas.

—Todo va a estar bien —la voz de Elias me endulzó los oídos, pero aun me sentía mal.

De alguna extraña forma, su tacto con el mío me tranquilizó. Mi llanto cesó pero no dejé de sentirme así, como si me faltara una parte de mi.

—No tienes que decir nada, solo tienes que esperar que el tiempo pase. Te recuperaras y estarás bien. Te lo prometo —levanté mi cabeza con lagrimas y giré a verlo.

Tenía una sonrisa a boca cerrada y su mano siguió sobándome la espalda en un intento de animarme.

—Duele muchísimo —admití con la voz rota y las mejillas completamente empapadas.

Controversia (Saga completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora