Entré en la que solía ser mi casa cuando vivía en Hills Town y no pude evitar sentirme aún más nostálgica que en la acera. Observé desde allí la sala y la cocina, la cual estaba exactamente igual que hace años. Me quité el abrigo y lo dejé en el perchero que seguía allí.
—No quise cambiar nada, me gusta como está todo —admitió mientras se movía de un lado al otro, moviendo cosas como si estuviese acomodando.
—Nosotros tampoco lo hicimos cuando llegamos la primera vez —agregué con una sonrisa.
—Pasa, recuerda es tu casa también —me hizo saber.
Me adentré en la cocina y observé la mesa junto a las sillas, las gavetas y la nevera. Algunos cuadros y adornos que jamás quitamos y veía que mi hermana tampoco.
—Oye, sé que dije que podías venir luego de las cinco, pero la verdad es que ni he tenido tiempo de ducharme con toda la tarea que tuve que corregir. ¿Te molesta esperarme unos quince minutos? —preguntó con el rostro contraído en pena.
—No —respondí al instante negando con la cabeza—, tú tranquila. Yo te espero, le dije a Nathan que me quedaría aquí por la noche así que, tenemos tiempo —expliqué sonriéndole.
—Genial —dijo en un suspiro aliviado—, en un rato bajo.
Sonreí mientras la veía subir las escaleras. En realidad, era más una excusa para que me diera tiempo de saber cómo mierda iba a explicarle todo lo que había hecho y visto. Pero allí dentro, en la que fue mi casa tanto tiempo y en esos años tan locos de mi vida, era casi imposible no seguir sumida en los recuerdos.
Caminé hacia el sofá y me desplomé allí, como solía hacer todo el tiempo. Sonreí cuando el recuerdo que tenía en mente parada afuera volvió a mi cabeza.
—¿Quieres... comer algo esta noche? —pregunté cuando sus labios se alejaron de los mios, invitándolo a quedarse. Era obvio que iba a pedírselo desde que supe que estaría sola esa noche.
—Claro, lo que tu quieras —aceptó—. Solo si me dejas ducharme primero.
—Si, por supuesto —respondí al instante mientras lo veía levantarse del sofá—. Hay toallas en el baño y puedo...
—Pero entras conmigo —me interrumpió con una sonrisa, extendiendo su mano hacia mi.
—¿Qué? —pregunté perpleja.
No tomé su mano, así que él tomó la mía y tiró de ella para hacerme subir las escaleras. Se reía mientras yo balbuceaba cosas incoherentes, buscando alguna excusa para negarme. Podía decir que tenía el periodo pero eso solo haría que no intentara tocarme por el resto de la noche y no era el plan. Entró en el baño y yo detrás de él. Me volteé para verlo y quizá decir algo más, pero simplemente no sabía qué.
—Nathan, no es necesario que...
—Vamos Alison —comenzó como si estuviese actuando como una niña—, nos conocemos mucho. ¿No crees? —preguntó quitándose la camiseta sobre la cabeza para dejarla en un rincón.
Lo observé unos segundos en los que me sonrió y no pude evitar sentir la sangre en mis mejillas mientras comenzaba a reírme y negar con la cabeza.
—No te vas a rendir, ¿verdad? —pregunté quitándome la camiseta sobre la cabeza, recordando que no llevaba sostén.
—No —respondió él sin dejar de ver mis ojos—, no voy a parar hasta que todo sea tal como lo era antes.
Me mordí el labio y negué con la cabeza para quitarme la ropa y entrar en la ducha. Abrí el agua y la regulé durante unos segundos para que no estuviese congelada. La mano de Nathan tomó mi cintura y me pegó a su cuerpo. Sus labios comenzaron a dejar besos por mi cuello y tuve que ladear la cabeza.
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Controversia (Saga completa)
FantasiaAlison Hock, arrastrada por su hermano a un pueblo desierto llamado Hills Town, comienza a vivir nuevas experiencias. Tras conocer a los hermanos Clarke, quienes despertarán una intriga en ella, se dispone a conocerlos mas de cerca. En el medio de t...