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—¿No puedes caminar más rapido, Alison? —gruñó mi hermano caminando a paso apurado. Su mochila negra colgaba de su hombro y su brazo se balanceaba hacia atras y hacia adelante. Despreocupado, tranquilo, mientras yo sentía que escupiría mi corazón. El daba pasos largos. A diferencia de mi, que iba dando saltitos con mis patas cortas, intentando no tropezarme con mis propios pies.
Mis piernas no eran las mejores cuando se trataba de algún deporte, o de ir rapido. O de caminar.
—Estoy yendo lo más rapido que puedo. Iría mas rapido si tu mismo llevaras tus propios libros. —Lo miré mal. Él me dió una mirada sobre su hombro y me quitó dos libros de mala gana. Dos de cinco.
—No te pedí que trajeras mis libros —resopló mirando adelante. Revoleé los ojos.
—El director dejó muy en claro que llamaría a nuestros padres si no sacábamos buenas calificaciones, y eso involucra tus estupidos libros. ¿Que haremos entonces, eh? ¿decirle que tuviste un ataque de rebeldía y nos trajiste a cientos de kilómetros de nuestra casa para cambiarte de escuela porque estabas aburrido de ser un don nadie allí? —Revoleó los ojos.
—Basta Alison, no pienso seguir discutiendo el tema —su voz sonó como imaginé que la de mi padre sonaría. Si alguna vez lo hubiese conocido, claro está.
—¿Por que no pudiste venir a este estupido pueblo tu solo y dejarme con la tía Marcia? —pregunté, haciendo malabares con los libros en mis manos. Se encontraba delante de mi, pero supe que había revoleado los ojos cansado de mi.
—Ni una palabra más. Ni de la tía Marcia, ni de California ni de nuestra estupida vida allí. Ahora vivimos aquí, así que acostúmbrate. Y dame mis libros. —Me arrebató los libros de la mano.
—De nada —dije sarcasticamente ya que no había dicho gracias.
—Y no me busques. —Me miró fijo a los ojos.
Renzo odiaba que habláramos en la escuela, aunque todos sabían que eramos hermanos. No solo teníamos el mismo apellido. Ambos eramos iguales. Cabello negro, ojos intensos. A pesar de que el era una cabeza más alto y dos años mas grande que yo, era evidente que eramos hermanos. De igual manera, era nuestro primer día en el instituto Carleton. Así que nadie nos conocía. Podría pasar desapercibida al menos hoy.
—Trataré. Haré mi mayor esfuerzo —dije con la mano en mi pecho. Como si de verdad yo quisiera buscarlo y me doliera no pasar tiempo con el.
El sarcamo era mi mejor amigo.
Desde que había llegado a este lugar hace cuatro días, supe que tendría que vivir el primer día sola e intentar ser sociable. Cosa que era un pequeño obstáculo para mi. No era que me costara hacer amigos, pero en este pueblo la gente es un tanto solitaria.
Él resopló y revoleó los ojos. Abrió la puerta de la entrada principal y entró. La puerta se cerró sola en mi cara.
¿Por que creí que el sostendría la puerta para mi?
Estupida puerta. Estupido Renzo.
Caminé por los espaciosos pasillos donde había algunos alumnos. Faltaban quince minutos para que las clases comenzaran y la mayoria llegaba justo a tiempo, algunos tarde.
Yo no era la excepción, pero mi hermano me hizo ir temprano para no perderme como una estupida y tener suficiente tiempo para poder encontrar mi salón.
Observé mis piernas caminando por los largos pasillos. La gente me miraba extraño, entiendo que yo era nueva, pero vamos, debía haber más de quinientos alumnos aquí, ¿como hacían para conocerse entre todos?
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Controversia (Saga completa)
FantasyAlison Hock, arrastrada por su hermano a un pueblo desierto llamado Hills Town, comienza a vivir nuevas experiencias. Tras conocer a los hermanos Clarke, quienes despertarán una intriga en ella, se dispone a conocerlos mas de cerca. En el medio de t...