Me miro en el espejo y frunzo el ceño, frustrada.
Qué asco de pelo.
No hay manera con él.
Y maldita sea el señor Luca, que me ha metido en este lío.
Tendría que estar estudiando para los exámenes finales, que son la semana que viene, pero aquí estoy, intentando hacer algo con mi pelo.
No debo meterme en la cama con el pelo mojado.
Recito varias veces este mantra mientras intento una vez más controlarlo con el cepillo.
Me desespero, pongo los ojos en blanco, después observo a la chica pálida, de pelo rojizo y ojos verdes exageradamente grandes que me mira, y me rindo.
Mi única opción es recogerme este pelo rebelde en una coleta y confiar en estar medio presentable.
El señor Luca es mi padre y precisamente hoy se le a ocurrido avisarme de esta estupida entrevista de ultimo minuto por qué se le ocurrió correr a la maldita relacionista pública.
Y por eso me pide a mi ir a la entrevista que había concertado para la imagen de su empresa con un megaempresario del que yo nunca había oído hablar.
Así que va a tocarme a mí.
Tengo que estudiar para los exámenes finales, tengo que terminar un trabajo y se suponía que a eso iba a dedicarme esta tarde, pero no.
Lo que voy a hacer esta tarde es conducir más de catorce mil kilómetros hasta el centro de Los Angeles para reunirme con el enigmático presidente de Scott Enterprises Holdings, Inc.
Como empresario excepcional y principal mecenas de nuestra universidad, su tiempo es extraordinariamente valioso —mucho más que el mío—, pero ha concedido una entrevista a mi padre.
Un bombazo, según mi madre.
Malditas sea el jefe de derechos humanos que se le ocurrió correr a la tonta esa.
Mi padre me mira desde la entrada de la casa.
—Faya, lo siento. Tardé nueve meses en conseguir esta entrevista. Si le pido a su secretaria que me cambien el día, tendré que esperar otros seis meses, y para entonces la imagen de ambas empresas quedarán al borde del fracaso. Sabes que la responsable de la revista fue despedida, así que no se te ocurra echarlo todo a perder. Por favor... —me suplica mi padre con voz ronca.
¿Cómo lo hace?
Incluso nervioso está realmente tranquilo, con su pelo rubio perfectamente peinado y sus brillantes ojos verdes, aunque ahora los tiene entre grises y verdes por los nervios.
Paso por alto la inoportuna punzada de enojo que me inspira.
—Claro que iré, papá. Vuelve a la oficina. ¿Quieres que te traiga algo de paso mamá?
—No gracias. Aquí tienes las preguntas y la grabadora. Solo tienes que apretar aquí. Y toma notas. Luego ya alguien más se encargará transcribir todo.
—No sé nada de él —murmuro intentando en vano reprimir el pánico, que es cada vez mayor.
—Te harás una idea por las preguntas. Sal ya. El viaje es largo. No quiero que llegues tarde.
—Vale, me voy. Vuelve a la oficina te lo digo enserio papá confía en mi si?
Lo miro con cariño.
Solo haría algo así por ti, Papá.
—Sí, lo haré. Suerte. Y gracias, Faya. Me has salvado la vida, para variar.
Cojo el bolso, le lanzo una sonrisa y me dirijo al coche.
No puedo creerme que me haya dejado convencer, pero papá es capaz de convencer a cualquiera de lo que sea.
Por eso es un excelente empresario.
Sabe expresarse y discutir, es fuerte, convincente y guapo.
Y es mi padre que es lo mejor de todo.
Apenas hay tráfico cuando salgo.
Es temprano y no tengo que estar en Los Angeles hasta las dos del mediodía.
Por suerte, papá me ha dejado venir en mi propio auto.
No tenía problema con que un chofer me llevara pero tardaríamos más.
Conducir el Tesla es muy agradable.
Piso con fuerza el acelerador, y los kilómetros pasan volando.
Me dirijo a la sede principal de la multinacional del señor Leandro , un enorme edificio de veinte plantas, una fantasía arquitectónica, todo él de vidrio y acero, y con las palabras SCOTT HOUSE en un discreto tono metálico en las puertas acristaladas de la entrada.
Son las dos menos cuarto cuando llego.
Entro en el inmenso —y francamente intimidante— vestíbulo de vidrio, acero y piedra blanca, muy aliviada por no haber llegado tarde.
Desde el otro lado de un sólido mostrador de piedra me sonríe amablemente una chica rubia, atractiva y muy arreglada.
Lleva la americana gris oscura y la falda blanca más elegantes que he visto jamás.
Está impecable.
—Vengo a ver al señor Scott. Faya Laur de parte del señor Luca Laur.
—Discúlpeme un momento, señorita Laur—me dice alzando las cejas.
Espero tímidamente frente a ella.
Empiezo a pensar que mi vestimenta es lo bastante adecuada para la ocasión y lugar.
He hecho un esfuerzo y me he puesto un pantalón negro rasgado de algunas partes, una camisa de vestir blanca y un saco negro encima para aparentar de alguna forma verme formal.
Para mí ya es ir elegante.
Me paso por detrás de la oreja un mechón de pelo que se me ha soltado de la coleta fingiendo no sentirme intimidada.
—Sí, tiene cita con la señor Laur. Firme aquí, por favor, señorita Laur . El último ascensor de la derecha, planta 20.
Me sonríe amablemente, sin duda divertida, mientras firmo.
Me tiende un pase de seguridad que tiene impresa la palabra VISITANTE.
No puedo evitar sonreír.
Es obvio que solo estoy de visita.
Desentono completamente.
No pasa nada, suspiro para mis adentros.
Le doy las gracias y me dirijo hacia los ascensores, más allá de los dos vigilantes, ambos mucho más elegantes que yo con su traje negro de corte perfecto.
El ascensor me traslada a la planta 20 a una velocidad de vértigo.
Las puertas se abren y salgo a otro gran vestíbulo, también de vidrio, acero y piedra blanca.
Me acerco a otro mostrador de piedra y me saluda otra chica rubia vestida impecablemente de blanco y negro......
Espero les guste esta nueva novela que estoy escribiendo los quiero mucho nos vemos luego
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By following your rules
Teen FictionMe haces sentir cosas con las que no estoy familiarizado. No sé como manejar este tipo de sentimientos Faya. Amo lo entregada emocionalmente que se vuelve con las cosas. Ella se abre por completo a estas fuerzas ficticias, sea una película o una n...