Capitulo 9

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Tengo que cambiar de tema... Esos dedos en esa cara son cautivadores.

—No lo sé. ¿Qué me recomendaría?

¿Qué le recomendaría? Ni siquiera sé lo que va a hacer.

—¿De cosas para un almuerzo?

Asiente con mirada burlona.

Me ruborizo y mi mirada se desplaza a los vaqueros ajustados que lleva.

—Un poco de vino quizás —le contesto.

Me doy cuenta de que ya no controlo lo que sale de mi boca.

Vuelve a alzar una ceja, divertido.

—No querrá que sus invitados terminen o bien asqueados con el café o té... —le digo señalando su compra.

—Siempre puedo hacer algo al respecto—me contesta sonriendo.

—Ya.

Siento que mis mejillas vuelven a teñirse de rojo.

Deben de parecer la cubierta del Manifiesto comunista.

Cállate.

Cállate de una vez.

—Me llevaré un vino. No vaya a ser que mis invitados terminen asqueados por tanta formalidad—me dice con frialdad.

Intento apartar la inoportuna imagen de él sin vaqueros.

—¿Necesita algo más? —le pregunto en tono demasiado agudo mientras le tiendo un mono azul.

No contesta a mi pregunta.

—¿Cómo va el artículo?

Por fin me ha preguntado algo normal, sin indirectas ni juegos de palabras...

Una pregunta que puedo responder.

Me agarro a ella con las dos manos, como si fuera una tabla de salvación, y apuesto por la sinceridad.

—No estoy escribiéndolo yo, sino un empleado. El señor Luar, mi padre. Está muy nervioso por no haber mandado a la editora de la revista y se quedó destrozado por no haber podido avisarle antes de los cambios. —Siento que he remontado el vuelo, por fin un tema de conversación normal—. Lo único que les preocupa es que no tiene ninguna foto suya original.

—¿Qué tipo de fotografías quiere?

Muy bien.

No había previsto esta respuesta.

Niego con la cabeza, porque sencillamente no lo sé.

—Bueno, voy a estar por aquí. Quizá mañana...

—¿Estaría dispuesto a hacer una sesión de fotos?

Vuelve a salirme la voz de pito.

Mi padre y mi madre estarán encantados si lo consigo.

Y podrás volver a verlo mañana, me susurra seductoramente ese oscuro lugar al fondo de mi cerebro.

Descarto la idea.

Es estúpida, ridícula...

— Seguramente mis padres estarán encantados... si encontramos a un fotógrafo.

Estoy tan contenta que le sonrío abiertamente.

Él abre los labios, como si quisiera respirar hondo, y parpadea.

Por una milésima de segundo parece algo perdido, la Tierra cambia ligeramente de eje y las placas tectónicas se deslizan hacia una nueva posición.

¡Dios mío!

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