Llama a la puerta y doy un respingo.
—Ha llegado el desayuno.
—Va... Vale —tartamudeo arrancándome cruelmente de mi ensoñación erótica.
Salgo de la ducha y cojo dos toallas.
Con una me envuelvo el pelo al más puro estilo Carmen Miranda, y con la otra me seco a toda prisa obviando la placentera sensación de la toalla frotando mi piel hipersensible.
Abro la bolsa.
James me ha comprado no solo unos vaqueros y unas Converse, sino también una camisa azul cielo, calcetines y ropa interior.
Madre mía.
Sujetador y bragas limpios...
Aunque describirlos de manera tan mundana y utilitaria no les hace justicia.
Es lencería de lujo europea, de diseño exquisito.
Encaje y seda azul celeste.
Uau.
Me quedo impresionada y algo intimidada.
Y además es exactamente de mi talla.
Pues claro.
Me ruborizo pensando en el rapado en una tienda de lencería comprándome estas prendas.
Me pregunto a qué otras cosas se dedica en sus horas de trabajo.
Me visto rápidamente.
El resto de la ropa también me queda perfecta.
Me seco el pelo con la toalla e intento desesperadamente controlarlo, pero, como siempre, se niega a colaborar.
Mi única opción es hacerme una coleta, pero no tengo goma.
Debo de tener una en el bolso, pero vete a saber dónde está.
Respiro profundamente.
Ha llegado el momento de enfrentarse al señor Turbador.
Me alivia encontrar la habitación vacía.
Busco rápidamente mi bolso, pero no está por aquí.
Vuelvo a respirar hondo y voy a la sala de estar de la suite.
Es enorme.
Hay una lujosa zona para sentarse, llena de sofás y blandos cojines, una sofisticada mesita con una pila de grandes libros ilustrados, una zona de estudio con el último modelo de iMac y una enorme televisión de plasma en la pared.
Leandro está sentado a la mesa del comedor, al otro extremo de la sala, leyendo el periódico.
La estancia es más o menos del tamaño de una cancha de tenis.
No es que juegue al tenis, pero he ido a ver jugar a Jacqueline varias veces.
¡Jac!
—Mierda, Jacqueline —digo con voz ronca.
Leandro alza los ojos hacia mí.
—Sabe que estás aquí y que sigues viva. Le he mandado un mensaje a Aarón —me dice con cierta sorna.
Oh, no.
Recuerdo su ardiente baile de ayer, sacando partido a todos sus movimientos exclusivos para seducir al hermano de Leandro Scott, nada menos.
¿Qué va a pensar de que esté aquí?
Nunca he pasado una noche fuera de casa.
Está todavía con Aaron.
ESTÁS LEYENDO
By following your rules
Teen FictionMe haces sentir cosas con las que no estoy familiarizado. No sé como manejar este tipo de sentimientos Faya. Amo lo entregada emocionalmente que se vuelve con las cosas. Ella se abre por completo a estas fuerzas ficticias, sea una película o una n...