Capitulo 20

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—¿Y quizá allí...?

—Eso espero.

—Entonces te gusta, ¿no?

—Sí.

—¿Te gusta lo suficiente para...?

—Sí.

Alza las cejas.

—Uau. Por fin Faya Laur se enamora de un hombre, y es Leandro Scott, el guapo y sexy multimillonario.

—Claro, claro, es solo por el dinero.

Sonrío hasta que al final nos da un ataque de risa a las dos.

—¿Esa blusa es nueva? —me pregunta.

Le cuento los poco excitantes detalles de mi noche.

—¿Te ha besado ya? —me pregunta mientras prepara un café.

Me ruborizo.

—Una vez.

—¡Una vez! —exclama.

Asiento bastante avergonzada.

—Es muy reservado.

Jacqueline frunce el ceño.

—Qué raro.

—No creo que la palabra sea «raro», la verdad.

—Tenemos que asegurarnos de que esta noche estés irresistible —me dice muy decidida.

Oh, no... Ya veo que va a ser un tiempo perdido, humillante y doloroso. —Tengo que estar en el trabajo dentro de una hora.

—Me bastará con ese ratito. Vamos.

Jacqueline me coge de la mano y me lleva a su habitación.

— No puedo Jac me tengo que ir luego nos vemos si?

— Está bien Faya si no hay más remedio, con cuidado.

El camino a casa es tranquilo pero me deja tiempo para reflexionar sobre algunos temas.

Al llegar a casa lo primero que hago es cambiarme de ropa y salir nuevamente camino a la empresa.

Aunque en la empresa tenemos trabajo, las horas pasan muy lentas.

Como estamos en plena temporada de verano, tengo que pasar dos horas firmando papeles dando autorizaciones, sacando artículos defectuosos.

Es un trabajo mecánico que me deja tiempo para pensar.

La verdad es que en todo el día no he podido hacerlo.

Siguiendo los incansables y francamente fastidiosos consejos de Jacqueline, me he depilado las piernas, las axilas y las cejas, así que tengo toda la piel irritada.

Ha sido una experiencia muy desagradable, pero Jacqueline me asegura que es lo que los hombres esperan en estas circunstancias.

¿Qué más esperará Leandro?

Tengo que convencer a mis padres y a Jac de que quiero hacerlo.

Por alguna extraña razón no se fían de él, quizá porque es tan estirado y formal.

Afirma que no sabría decir por qué, pero le he prometido que le mandaría un mensaje en cuanto llegara al centro de la ciudad.

No le he dicho nada del helicóptero para que no le diera un pasmo.

También está el tema de Thomas.

Tengo tres mensajes y siete llamadas perdidas suyas en el móvil.

By following your rulesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora