Capitulo 13

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Se mete un trozo de magdalena en la boca y empieza a masticarlo despacio, sin apartar los ojos de mí.

Y, como no podía ser de otra manera, me ruborizo.

¡Mierda!

—¿Siempre hace comentarios tan personales?

—No me había dado cuenta de que fuera personal. ¿La he ofendido? —me pregunta en tono sorprendido.

—No —le contesto sinceramente.

—Bien.

—Pero es usted un poco arrogante.

Alza una ceja y, si no me equivoco, también él se ruboriza ligeramente.

—Suelo hacer las cosas a mi manera,
Faya —murmura—. En todo.

—No lo dudo. ¿Por qué no me ha pedido que lo tutee?

Me sorprende mi osadía.

¿Por qué la conversación se pone tan seria?

Las cosas no están yendo como pensaba.

No puedo creerme que esté mostrándome tan hostil hacia él.

Como si él intentara advertirme de algo.

—Solo me tutea mi familia y unos pocos amigos íntimos. Lo prefiero así.

Todavía no me ha dicho: «Llámame Leandro».

Es sin duda un obseso del control, no hay otra explicación, y parte de mí está pensando que quizá habría sido mejor que lo entrevistara Lisa de no ser por qué la despidieron.

Dos obsesos del control juntos.

Además, ella es rubia —bueno, rubia casi blanca—, como todas las mujeres de su empresa.

Y es guapa, me recuerda mi subconsciente.

No me gusta imaginar a Leandro y a Lisa juntos. 

Doy un sorbo a mi café, y Leandro se pone otro trozo de magdalena en la boca.

—¿Es usted hija única? —me pregunta.

Vaya... Ahora cambia de conversación.

—Sí.

—Hábleme de sus padres.

¿Por qué quiere saber cosas de mis padres?

Es muy aburrido.

—De mi madre no hay mucho que contar más que sus padres son multimillonarios Gracias a que su empresa hasta el día de hoy sigue de pie.

—¿Y su padre?

—Mi padre de el solo mencionar que la empresa que hoy posee fue herencia de sus padres que siempre han pertenecido a una clase alta.

—Por lo que veo la vida no la ha tratado tan mal —musita.

Por un segundo la expresión de su cara se altera.

— Tiene usted toda la razón por lo que escucha nada me ha faltado.

—¿Y sus padres son felices?

Resoplo.

—Ambos son su vida el uno para el otro ya lo podrá deducir usted mismo.

Frunce el ceño.

—No cuenta demasiado de su vida, ¿verdad? —me dice en tono seco frotándose la barbilla, como pensativo.

—Usted tampoco.

—Usted ya me ha entrevistado, y recuerdo algunas preguntas bastante personales —me dice sonriendo.

By following your rulesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora