Capitulo 15

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Chocamos las copas y bebemos.

El bar es ruidoso y está lleno de gente, de futuros licenciados que han salido a pillar una buena cogorza.

Thomas ha venido conmigo.

No se graduará hasta el año que viene, pero le apetecía salir.

Nos trae una jarra de margaritas para ponernos en la onda de nuestra recién estrenada libertad.

Mientras me bebo la quinta copa, pienso que no es buena idea beber tantos margaritas después del champán.

—¿Y ahora qué, Faya? —me grita Thomas.

— Mis padres y yo nos vamos a vivir a Los Angeles. Mis padres han comprado un piso.

—Dios mío, cómo viven algunos... Pero volveréis para mi exposición, ¿no?

—Por supuesto, Thomas. No me la perdería por nada del mundo —le contesto sonriendo.

Me pasa el brazo por la cintura y me acerca a él.

—Es muy importante para mí que vengas, Faya —me susurra al oído—. ¿Otro margarita?

—Thomas Maxwell... ¿estás intentando emborracharme? Porque creo que lo estás consiguiendo —le digo riéndome—. Creo que mejor me tomo una cerveza. Voy a buscar una jarra para todos.

—¡Más bebida, Faya! —gritan mis demás amigos.

Los demás son tan fuertes como un toro.

Ha pasado el brazo por los hombros de Adrián, un compañero de la clase de inglés y su fotógrafo habitual en la revista de la facultad, que ha dejado de hacer fotos de los borrachos que lo rodean.

Solo tiene ojos para Jacqueline, que se ha puesto un top minúsculo, vaqueros ajustados y tacones altos.

Lleva el pelo recogido, con unos mechones rizados que le caen con gracia alrededor de la cara.

Está despampanante, como siempre.

Yo soy más bien de Converse y camisetas, pero me he puesto los vaqueros que más me favorecen.

Me aparto de Thomas  y me levanto de nuestra mesa.

Uf, me da vueltas la cabeza.

Tengo que agarrarme al respaldo de la silla.

Los cócteles con tequila no son una buena idea.

Me dirijo a la barra y decido que debería ir al baño ahora que todavía me mantengo en pie.

Bien pensado, Faya.

Me abro camino entre el gentío tambaleándome.

Por supuesto hay cola, pero al menos el pasillo está tranquilo y fresco.

Saco el móvil para pasar el rato mientras espero.

A ver... ¿cuál ha sido mi última llamada?

¿A Thomas?

Antes hay un número que no sé de quién es.

Ah, sí.

Leandro.

Creo que es su número.

Me río.

No tengo ni idea de la hora que es.

Quizá lo despierte.

Quizá pueda explicarme por qué me ha mandado esos libros y el críptico mensaje.

Si quiere que me mantenga alejada de él, debería dejarme en paz.

Reprimo una sonrisa de borracha y pulso el botón de llamar.

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