Capitulo 32

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—¿Así será nuestra... bueno... nuestra relación? ¿Estarás dándome órdenes todo el rato? —le pregunto en un susurro, sin apenas atreverme a mirarlo.

—Sí —murmura.

—Ya veo.

—Es más, querrás que lo haga —añade en voz baja.

Lo dudo, sinceramente.

Pincho otro trozo de venado y me lo acerco a los labios........

—Es mucho decir —murmuro.

Y me lo meto en la boca.

—Lo es.

Cierra los ojos un segundo.

Cuando los abre, está muy serio.

— Faya, tienes que seguir tu instinto. Investiga un poco, lee el contrato... No tengo problema en comentar cualquier detalle. Estaré en Culver hasta el viernes, por si quieres que hablemos antes del fin de semana. —Sus palabras me llegan en un torrente apresurado—. Llámame... Podríamos cenar... ¿digamos el miércoles? De verdad quiero que esto funcione. Nunca he querido nada tanto.

Sus ojos reflejan su ardiente sinceridad y su deseo.

Es básicamente lo que no entiendo.

¿Por qué yo?

¿Por qué no una de las quince?

Oh, no... ¿En eso voy a convertirme?

¿En un número?

¿La dieciséis, nada menos?

—¿Qué pasó con las otras quince? —le pregunto de pronto.

Alza las cejas sorprendido y mueve la cabeza con expresión resignada.

—Cosas distintas, pero al fin y al cabo se reduce a... —Se detiene, creo que intentando encontrar las palabras—. Incompatibilidad.

Se encoge de hombros.

—¿Y crees que yo podría ser compatible contigo?

—Sí.

—Entonces ya no ves a ninguna de ellas.

—No, Faya. Soy monógamo.

Vaya... toda una noticia.

—Ya veo.

—Investiga un poco, Faya.

Dejo el cuchillo y el tenedor.

No puedo seguir comiendo.

—¿Ya has terminado? ¿Eso es todo lo que vas a comer?

Asiento.

Me pone mala cara, pero decide callarse.

Dejo escapar un pequeño suspiro de alivio.

Con tanta información se me ha revuelto el estómago y estoy un poco mareada por el vino.

Lo observo devorando todo lo que tiene en el plato.

Come como una lima.

Debe de hacer mucho ejercicio para mantener la figura.

De pronto recuerdo cómo le cae el pijama..., y la imagen me desconcentra.

Me remuevo incómoda.

Me mira y me ruborizo.

—Daría cualquier cosa por saber lo que estás pensando ahora mismo —murmura.

Me ruborizo todavía más.

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