Hace una pausa para bajarme despacio las bragas.
Me retuerzo en sus piernas, no porque quiera escapar de los golpes sino porque quiero más... liberación, algo.
Sus caricias en mi piel sensibilizada se convierten en un cosquilleo de lo más sensual.
Resulta abrumador, y empieza de nuevo.
Unas cuantas palmadas suaves y luego cada vez más fuertes, izquierda, derecha y abajo.
Oh, esos de abajo.
Gimo.
—Buena chica, Faya—gruñe, y se altera su respiración.
Me azota un par de veces más, luego tira del pequeño cordel que sujeta las bolas y me las saca de un tirón.
Casi alcanzo el clímax; la sensación que me produce no es de este mundo.
Con movimientos rápidos, me da la vuelta suavemente.
Oigo, más que ver, cómo rompe el envoltorio del condón y, de pronto, lo tengo tumbado a mi lado.
Me coge las manos, me las sube por encima de la cabeza y se desliza sobre mí, dentro de mí, despacio, ocupando el lugar que han dejado vacío las bolas.
Gimo con fuerza.
—Oh, nena —me susurra mientras retrocede y avanza a un ritmo lento y sensual, saboreándome, sintiéndome.
Es la manera más suave en que me lo ha hecho nunca, y no tardo nada en caer por el precipicio, presa de una espiral de delicioso, violento y agotador orgasmo.
Cuando me contraigo a su alrededor, disparo su propio clímax, y se desliza dentro de mí, sosegándose, pronunciando mi nombre entre jadeos, fruto de un asombro prodigioso y desesperado.
—¡CRIN!
Guarda silencio, jadeando encima de mí, con las manos aún trenzadas en las mías por encima de mi cabeza.
Por fin se vuelve y me mira.
—Me ha gustado —susurra, y me besa tiernamente.
No se entretiene con más besos dulces, sino que se levanta, me tapa con el edredón y se mete en el baño.
Cuando vuelve, trae un frasco de loción blanca.
Se sienta en la cama a mi lado.
—Date la vuelta —me ordena y, a regañadientes, me pongo boca abajo.
La verdad, no sé para qué tanto lío.
Tengo mucho sueño.
—Tienes el culo de un color espléndido —dice en tono aprobador, y me extiende la loción refrescante por el trasero sonrosado.
—Déjalo ya, Scott—digo bostezando.
—Señorita Laur, es usted única estropeando un momento.
—Teníamos un trato.
—¿Cómo te sientes?
—Estafada.
Suspira, se tiende en la cama a mi lado y me estrecha en sus brazos.
Con cuidado de no rozarme el trasero escocido, vuelve a hacerme la cucharita.
Me besa muy suavemente detrás de la oreja.
—La mujer que me trajo al mundo era una puta adicta al crack, Crin. Duérmete.
Dios mío... ¿y eso qué significa?
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By following your rules
Teen FictionMe haces sentir cosas con las que no estoy familiarizado. No sé como manejar este tipo de sentimientos Faya. Amo lo entregada emocionalmente que se vuelve con las cosas. Ella se abre por completo a estas fuerzas ficticias, sea una película o una n...