Capitulo 3

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El ascensor me traslada a la planta 20 a una velocidad de vértigo.

Las puertas se abren y salgo a otro gran vestíbulo, también de vidrio, acero y piedra blanca.

Me acerco a otro mostrador de piedra y me saluda otra chica rubia vestida impecablemente de blanco y negro.,....

—Señorita Laur , ¿puede esperar aquí, por favor? —me pregunta señalándome una zona de asientos de piel de color blanco.

Detrás de los asientos de piel hay una gran sala de reuniones con las paredes de vidrio, una mesa de madera oscura, también grande, y al menos veinte sillas a juego.

Más allá, un ventanal desde el suelo hasta el techo que ofrece una vista de Los Ángeles hacia el centro de la ciudad.

La vista es tan impactante que me quedo momentáneamente paralizada.

Uau.

Me siento, saco las preguntas del bolso y les echo un vistazo maldiciendo por dentro a mi padre y madre por no haberme pasado una breve biografía.

No sé nada del hombre al que voy a entrevistar.

Podría tener tanto noventa años como treinta.

La inseguridad me mortifica y, como estoy nerviosa, no paro de moverme.

Nunca me he sentido cómoda en las entrevistas cara a cara.

Prefiero el anonimato de una charla en grupo, en la que puedo sentarme al fondo de la sala y pasar inadvertida.

Para ser sincera, lo que me gusta es estar sola, acurrucada en una silla de la biblioteca del campus universitario leyendo una buena novela inglesa, y no removiéndome en el sillón de un enorme edificio de vidrio y piedra.

Suspiro.

Contrólate, Faya.

A juzgar por el edificio, demasiado aséptico y moderno, supongo que Leandro tendrá unos cuarenta años.

Un tipo que se mantiene en forma, bronceado y rubio, a juego con el resto del personal.

De una gran puerta a la derecha sale otra rubia elegante, impecablemente vestida.

¿De dónde sale tanta rubia inmaculada?

Parece que las fabriquen en serie.

Respiro hondo y me levanto.

—¿Señorita Laur ? —me pregunta la última rubia.

—Sí —le contesto con voz ronca y carraspeo—. Sí —repito, esta vez en un tono algo más seguro.

—El señor Scott la recibirá enseguida. ¿Quiere dejarme la chaqueta?

—Sí, gracias —le contesto intentando con torpeza quitarme la chaqueta.

—¿Le han ofrecido algo de beber?

—Pues... no.

Vaya, ¿estaré metiendo en problemas a la rubia número uno?

La rubia número dos frunce el ceño y lanza una mirada a la chica del mostrador.

—¿Quiere un té, café, agua? —me pregunta volviéndose de nuevo hacia mí.

—Un vaso de agua, gracias —le contesto en un murmullo.

—Olivia, tráele a la señorita Laur un vaso de agua, por favor —dice en tono serio.

Olivia sale corriendo de inmediato y desaparece detrás de una puerta al otro lado del vestíbulo.

—Le ruego que me disculpe, señorita Laur. Olivia es nuestra nueva empleada en prácticas. Por favor, siéntese. El señor Scott la atenderá en cinco minutos.

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