Capitulo 52

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—¿Qué tal tú? —le pregunto para llenar el repentino silencio abismal y ensordecedor.

No pienso consentir que haga que me sienta culpable por lo de Emilio.

Por fin, suspira.

—He asistido a una cena con fines benéficos. Aburridísima. Me he ido en cuanto he podido.

Lo noto tan triste y resignado que se me encoge el corazón.

Lo recuerdo hace algunas noches, sentado al piano de su enorme salón, acompañado por la insoportable melancolía agridulce de la música que tocaba.

—Ojalá estuvieras aquí —susurro, porque de pronto quiero abrazarlo.

Consolarlo.

Aunque no me deje.

Necesito tenerlo cerca.

—¿En serio? —susurra mansamente.

Madre mía.

Si no parece él; se me eriza el cuero cabelludo de repentina aprensión.

—Sí —le digo.

Al cabo de una eternidad, suspira.

—¿Nos veremos el domingo?

—Sí, el domingo —susurro, y un escalofrío me recorre el cuerpo entero.

—Buenas noches.

—Buenas noches, señor.

Mi apelativo lo pilla desprevenido, lo sé por su hondo suspiro.

—Buena suerte con la mudanza de mañana, Faya.

Su voz es suave, y los dos nos quedamos pegados al teléfono como adolescentes, sin querer colgar.

—Cuelga tú —le susurro.

Por fin, noto que sonríe.

—No, cuelga tú.

Ahora sé que está sonriendo.

—No quiero.

—Yo tampoco.

—¿Estabas enfadado conmigo?

—Sí.

—¿Todavía lo estás?

—No.

—Entonces, ¿no me vas a castigar?

—No. Yo soy de aquí te pillo, aquí te mato.

—Ya lo he notado.

—Ya puede colgar, señorita Laur.

—¿En serio quiere que lo haga, señor?

—Vete a la cama, Faya.

—Sí, señor.

Ninguno de los dos cuelga.

—¿Alguna vez crees que serás capaz de hacer lo que te digan?

Parece divertido y exasperado a la vez.

—Puede. Lo sabremos después del domingo.

Y pulso la tecla de colgar.

Papá admira su obra.

Nos ha reconectado la tele al satélite del piso.

Mamá y yo nos tiramos al sofá, riendo como bobas, impresionadas por su habilidad con el taladro eléctrico.

La tele de plasma queda rara sobre el fondo de mármol, pero ya me acostumbraré.

La tele de plasma queda rara sobre el fondo de mármol, pero ya me acostumbraré

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