Capitulo 81

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Perspectiva de Faya.

Después de estar todo el día jugando y cocinando decimos salir un rato al mar.

Estaba bastante frío pero ayudó un poco con las marcas que tenemos, de a poco han ido bajando.

Aunque claro no al 100%, pero todo va mejor que nunca.

Haberme liberado de la carga de Leandro me ayudó a ser más abierta con Lasse, en todos los aspectos.

Y estoy feliz de poder disfrutar del chico de mis sueños, de este lugar, en fin de todo.

La conversación que tuvimos con Leandro si que fue intensa pero esto es lo que el señor Hill y su servidora sabemos hacer.

Así nos ayudamos para sacarnos de problemas.

El me apoya y yo a él, aunque mayormente es el quien los resuelve.

Cuando ya es un poco tarde regresamos a la casa y nos fuimos a duchar para ir a dormir.

Y la noche fluyó con bastante tranquilidad.

Al despertar comienzo a buscar a la Cam pero lo único que encuentro es un lugar vacío de su lado de la cama.

Me incorporo en mi lugar y observo con atención la habitación intentando adaptarme a la luz de la mañana que entra por los grandes cristales de la habitación.

Al girar un hacia mi mesita de noche puedo ver una etiqueta de Filipinas Coffe y se me alegra el corazón.

¿Ves?, sí que le importas, me dice por lo bajo mi subconsciente.

En eso lo veo salir del baño con una toalla sujeta de su cintura y todo su pecho y rostro tienen gotas de agua.

Me acomodo mejor en la cama y lo miro, embebiéndome de su belleza.

— ¿Te gusta la vista?

Me sorprende viéndolo.

— De hecho si.

— Bueno sabes que mi pasatiempo favorito últimamente es meterme bajo tus sábanas cuando te muestras tan coqueta.

Me guiña un ojo y yo solo me pongo como un tomate.

¿Alguna vez me saciaré de este hombre?

Decido levantarme de la cama para poder empezar a arreglarme.

Después de 30 minutos termino de arreglarme y sorprendentemente Cam se quedó esperando.

Cuando salimos de la habitación, Lasse me lanza una sudadera.

—La vas a necesitar.

Lo miro perpleja.

—Confía en mí.......

Sonríe, se inclina y me da un beso rápido en los labios, luego me coge de la mano y nos vamos.

Fuera, al relativo frío de la tenue luz que precede al alba, el aparcacoches le entrega a Lasse las llaves de un coche deportivo de capota de lona.

Miro arqueando una ceja a Lasse, y él me sonríe satisfecho.

—A veces es genial que sea quien soy, ¿eh? —dice con una sonrisa cómplice que no puedo evitar emular.

Cuando está contento y relajado, es un encanto.

Me abre la puerta con una reverencia exagerada y subo.

Está de excelente humor.

—¿Adónde vamos?

—Ya lo verás.

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