Capítulo 49

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—Sí, abuela. Te quiero.

—Te quiero muchísimo, Faya. Cuídate, cielo.

Cuelgo y me enfrento a mi madre, que me mira furiosa.

—¿Te ha vuelto a disgustar ese capullo indecentemente rico?

—No... es que... eh... sí.

—Mándalo a paseo, Faya. Desde que lo conociste, estás muy trastornada. Nunca te había visto así.

El mundo de Elissa Laur es muy claro: blanco o negro.

No tiene los tonos de gris vagos, misteriosos e intangibles que colorean el mío.

«Bienvenida a mi mundo.»

—Siéntate, vamos a hablar. Nos tomamos un vino. Ah, ya has bebido champán. —Examina la botella—. Del bueno, además.

Sonrío sin ganas, mirando aprensiva el sofá.

Me acerco a él con cautela.

Uf, sentarme.

—¿Te encuentras bien?

—Me he caído de culo.

No se le ocurre poner en duda mi explicación, porque soy una de las personas más descoordinadas del estado de Los Angeles.

Jamás pensé que un día me vendría bien.

Me siento, con mucho cuidado, y me sorprende agradablemente ver que estoy bien.

Procuro prestar atención a mamá, pero la cabeza se me va al Loews: «Si fueras mía, después del numerito que montaste ayer no podrías sentarte en una semana».

Me lo dijo entonces, pero en aquel momento yo no pensaba más que en ser suya.

Todas las señales de advertencia estaban ahí, y yo estaba demasiado despistada y demasiado enamorada para reparar en ellas.

Papá vuelve al salón con una botella de vino tinto y las tazas lavadas.

—Venga.

Me ofrece una taza de vino.

Se que sabrá aún mejor que el Bolly.

—Faya, si es el típico capullo que pasa de comprometerse, mándalo a paseo. Aunque la verdad es que no entiendo por qué tendría que suceder. En el salon no te quitaba los ojos de encima, te vigilaba como un halcón. Yo diría que estaba completamente embobado, pero igual tiene una forma curiosa de demostrarlo.

¿Embobado? ¿Leandro? ¿Una forma curiosa de demostrarlo? Ya te digo.

—Es complicado, Mamá. ¿Qué tal su noche? —pregunto.

No puedo hablar de esto con mis padres sin revelarles demasiado, pero basta con una pregunta sobre su día para que se olvide del tema.

Resulta tranquilizador sentarse a escuchar su parloteo habitual.

La gran noticia es que posiblemente papá llegue antes de sus reuniones de trabajo y nos alcance en la nueva casa.

Será divertido: con papá es un no parar de reír.

Frunzo el ceño.

No creo que a papá le de especialmente mucho gusto volver a ver a Leandro y si a él también le haga gusto verle.

Me da igual.

Tendrá que tragar.

Me tomo un par de tazas de vino y decido irme a la cama.

Ha sido un día muy largo.

Mamá me da un abrazo y coge el teléfono para llamar a su asistente.

By following your rulesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora