Capítulo 46

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Maldita sea... esta es la parte chunga.

Me rellena la taza, y doy un sorbo.

—A ver, ¿cuál es tu actitud general respecto a sentir dolor? —Leandro me mira expectante—. Te estás mordiendo el labio —me dice en tono amenazante.

Paro de inmediato, pero no sé qué decir.

Me ruborizo y me miro las manos.

—¿Recibías castigos físicos de niña?........

—No.

—Entonces, ¿no tienes ningún ámbito de referencia?

—No.

—No es tan malo como crees. En este asunto, tu imaginación es tu peor enemigo —susurra.

—¿Tienes que hacerlo?

—Sí.

—¿Por qué?

—Es parte del juego, Faya. Es lo que hay. Te veo nerviosa. Repasemos los métodos.

Me enseña la lista.

Mi subconsciente sale corriendo, gritando, y se esconde detrás del sofá.

• Azotes
• Azotes con pala
• Latigazos
• Azotes con vara
• Mordiscos
• Pinzas para pezones
• Pinzas genitales
• Hielo
• Cera caliente
• Otros tipos/métodos de dolor

—Vale, has dicho que no a las pinzas genitales. Muy bien. Lo que más duele son los varazos.

Palidezco.

—Ya iremos llegando a eso.

—O mejor no llegamos —susurro.

—Esto forma parte del trato, nena, pero ya iremos llegando a todo eso. Faya, no te voy a obligar a nada horrible.

—Todo esto del castigo es lo que más me preocupa —digo con un hilo de voz.

—Bueno, me alegro de que me lo hayas dicho. Quitamos los varazos de la lista de momento. Y, a medida que te vayas sintiendo más cómoda con todo lo demás, incrementaremos la intensidad. Lo haremos despacio.

Trago saliva, y él se inclina y me besa en la boca.

—Ya está, no ha sido para tanto, ¿no?

Me encojo de hombros, con el corazón en la boca otra vez.

—A ver, quiero comentarte una cosa más antes de llevarte a la cama.

—¿A la cama? —pregunto parpadeando muy deprisa, y la sangre me bombea por todo el cuerpo, calentándome sitios que no sabía que existían hasta hace muy poco.

—Vamos, Faya, después de repasar todo esto, quiero follarte hasta la semana que viene, desde ahora mismo. Debe de haber tenido algún efecto en ti también.

Me estremezco.

La diosa que llevo dentro jadea.

—¿Ves? Además, quiero probar una cosa.

—¿Me va a doler?

—No... deja de ver dolor por todas partes. Más que nada es placer. ¿Te he hecho daño hasta ahora?

Me ruborizo.

—No.

—Pues entonces. A ver, antes me hablabas de que querías más.

Se interrumpe, de pronto indeciso.

Madre mía... ¿adónde va a llegar esto?

Me agarra la mano.

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