Capitulo 18

397 34 0
                                    

—Porque no voy a tocarte, Faya... no hasta que tenga tu consentimiento por escrito —me dice esbozando una ligera sonrisa.

¿Qué?

—¿Qué quieres decir?

—Exactamente lo que he dicho.

Suspira y mueve la cabeza, divertido pero también impaciente.

—Tengo que mostrártelo, Faya. ¿A qué hora sales del trabajo esta tarde?

—A las 5.

—Bien, podríamos ir a cenar a mi casa de Los Angeles esta noche o el sábado que viene, y te lo explicaría. Tú decides.

—¿Por qué no puedes decírmelo ahora?

—Porque estoy disfrutando de mi desayuno y de tu compañía. Cuando lo sepas, seguramente no querrás volver a verme.

¿Qué significa todo esto?

¿Trafica con niños de algún recóndito rincón del mundo para prostituirlos?

¿Forma parte de alguna peligrosa banda criminal mafiosa?

Eso explicaría por qué es tan rico.

¿Es profundamente religioso?

¿Es impotente?

Seguro que no... Podría demostrármelo ahora mismo.

Me incomodo pensando en todas las posibilidades.

Esto no me lleva a ninguna parte.

Me gustaría resolver el enigma de Leandro Scott cuanto antes.

Si eso implica que su secreto es tan grave que no voy a querer volver a saber nada de él, entonces, la verdad, será todo un alivio.

¡No te engañes!, me grita mi subconsciente.

Tendrá que ser algo muy malo para que salgas corriendo.

—Esta noche.

Levanta una ceja.

—Como Eva, quieres probar cuanto antes el fruto del árbol de la ciencia.

Suelta una risa maliciosa.

—¿Está riéndose de mí, señor Scott? —le pregunto en tono suave.

Pedante gilipollas.

Me mira entornando los ojos y saca su celular.
Pulsa un número.

—James, voy a necesitar el Laya.

¡Laya! ¿Quién es ese?

—Desde Culver a... digamos las cinco y media... No, se queda en el Escala... Toda la noche.

¡Toda la noche!

—Sí. Hasta mañana por la mañana. Pilotaré de Culver al centro de Los Angeles.

¿Pilotará?

—Piloto disponible desde las diez y media.

Deja el teléfono en la mesa.

Ni por favor, ni gracias.

—¿La gente siempre hace lo que les dices?

—Suelen hacerlo si no quieren perder su trabajo —me contesta inexpresivo.

—¿Y si no trabajan para ti?

—Bueno, puedo ser muy convincente, Faya. Deberías terminarte el desayuno. Luego te llevaré a casa. Pasaré a buscarte por la empresa a las cinco, cuando salgas. Volaremos al centro.

By following your rulesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora