Capitulo 16

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Es un confuso abanico de emociones.

Necesitaré al menos una semana para procesarlas.

En el bar hay mucho ruido, está lleno de gente y ha empezado a sonar la música, así que la pista de baile está llena.

Jacqueline no está en nuestra mesa, y Thomas ha desaparecido.

Adrian, que está solo, parece perdido y desamparado.

—¿Dónde está Jacqueline? —grito a Adrian.

La cabeza empieza a martillearme al ritmo del potente bajo de la música.

—Bailando —me contesta Adrian.

Me doy cuenta de que está enfadado y de que mira a Leandro con recelo.

Busco mi chaqueta negra y me cuelgo el pequeño bolso cruzado, que me queda a la altura de la cadera.

Estoy lista para marcharme en cuanto haya hablado con Jacqueline.

Toco el brazo de Leandro, me inclino hacia él y le grito al oído que Jacqueline está en la pista.

Le rozo el pelo con la nariz y respiro su aroma limpio y fresco.

Todas las sensaciones prohibidas y desconocidas que he intentado negarme salen a la superficie y recorren mi cuerpo agotado.

Me ruborizo, y en lo más profundo de mi cuerpo los músculos se tensan agradablemente.

Pone los ojos en blanco, vuelve a cogerme de la mano y se dirige a la barra.

Lo atienden inmediatamente.

El señor Scott, el obseso del control, no tiene que esperar.

¿Todo le resulta tan fácil?

No oigo lo que pide.

Me ofrece un vaso grande de agua con hielo.

—Bebe —me ordena.

Los focos giran al ritmo de la música creando extrañas luces y sombras de colores por el bar y sobre los clientes.

Leandro pasa del verde al azul, el blanco y el rojo demoniaco.

Me mira fijamente.

Doy un pequeño sorbo.

—Bébetela toda —me grita.

Qué autoritario.

Se pasa la mano por el pelo rebelde.

Parece nervioso, enfadado.

¿Qué le pasa aparte de que una estúpida chica borracha lo haya llamado en plena noche y haya pensado que tenía que ir a rescatarla?

Y ha resultado que sí tenía que rescatarla de su excesivamente cariñoso amigo.

Y luego ha tenido que ver cómo la chica se mareaba.

Oh, Faya... ¿conseguirás olvidar esto algún día?

Mi subconsciente chasquea la lengua y me observa por encima de sus gafas de media luna.

Me tambaleo un poco, y Leandro apoya la mano en mi hombro para sujetarme.

Le hago caso y me bebo el vaso entero.

Hace que me maree.

Me quita el vaso y lo deja en la barra.

Observo a través de una especie de nebulosa cómo va vestido: una ancha camisa blanca de lino, vaqueros ajustados, Converse negras y americana oscura de raya diplomática.

By following your rulesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora