Capítulo 48

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—Aún no he firmado —susurro.

—Te he dicho lo que haría. Soy un hombre de palabra. Te voy a dar unos azotes, y luego te voy a follar muy rápido y muy duro. Me parece que al final vamos a necesitar ese condón.

Me habla tan bajito, en un tono tan amenazador, que me excita muchísimo.

Las entrañas casi se me retuercen de deseo puro, vivo y pujante.

El recuerdo que tanto me he esforzado por olvidar vuelve a mi y me da un sentimiento de tristeza.

Pero rápido me quito la idea de la cabeza no quiero que se de cuenta y me vuelva a interrogar.

Me mira, esperando, con los ojos encendidos.......

Descruzo las piernas tímidamente.

¿Salgo corriendo?

Se acabó: nuestra relación pende de un hilo, aquí, ahora.

¿Le dejo que lo haga o me niego y se terminó?

Porque sé que, si me niego, se acabó.

¡Hazlo!, me suplica la diosa que llevo dentro.

Mi subconsciente está tan paralizada como yo.

—Estoy esperando —dice—. No soy un hombre paciente.

Oh, Dios, por todos los santos... Jadeo, asustada, excitada.

La sangre me bombea frenéticamente por todo el cuerpo, siento las piernas como flanes.

Despacio, me voy acercando a él hasta situarme a su lado.

—Buena chica —masculla—. Ahora ponte de pie.

Mierda.

¿Por qué no acaba ya con esto?

No sé si voy a sostenerme en pie.

Titubeando, me levanto.

Me tiende la mano y yo le doy el condón.

De pronto me agarra y me tumba sobre su regazo.

Con un solo movimiento suave, ladea el cuerpo de forma que mi tronco descansa sobre la cama, a su lado.

Me pasa la pierna derecha por encima de las mías y planta el brazo izquierdo sobre mi cintura, sujetándome para que no me mueva.

Joder.

—Sube las manos y colócalas a ambos lados de la cabeza —me ordena.

Obedezco inmediatamente.

—¿Por qué hago esto, Faya? —pregunta.

—Porque he puesto los ojos en blanco.

Casi no puedo hablar.

—¿Te parece que eso es de buena educación?

—No.

—¿Vas a volver a hacerlo?

—No.

—Te daré unos azotes cada vez que lo hagas, ¿me has entendido?

Muy despacio, me baja los pantalones de chándal.

Jo, qué degradante.

Degradante, espeluznante y excitante.

Se está pasando un montón con esto.

Tengo el corazón en la boca.

Me cuesta respirar.

Mierda... ¿me va a doler?

Me pone la mano en el trasero desnudo, me manosea con suavidad, acariciándome en círculos con la mano abierta.

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