El señor Scott alza su copa.
Un brindis muy propio del marido de una doctora; me hace sonreír.
—¿Cuánto tiempo? —pregunta Leandro en voz asombrosamente baja.
Maldita sea... se ha enfadado.
—Aún no lo sé. Dependerá de cómo vayan mis entrevistas de mañana.
Leandro aprieta la mandíbula y Mamá pone esa cara suya de metomentodo y me sonríe con desmesurada dulzura.
—Faya se merece un descanso —le suelta sin rodeos a Leandro.
¿Por qué se muestra tan hostil con él?
¿Qué problema tiene?
—¿Tienes entrevistas? —me pregunta el señor Scott.
Parece asombrado, y cualquiera estaría igual que el, conociendo mi situación económica y todo lo que me rodea.
—Sí, mañana, para un puesto de becaria en dos editoriales.
—Te deseo toda la suerte del mundo.
—La cena está lista —anuncia Ginebra.
Nos levantamos todos.
Mis padres salen de la habitación detrás del señor Scott y de Alessandra.
Yo me dispongo a seguirlos, pero Leandro me agarra de la mano y me para en seco.
—¿Cuándo pensabas decirme que te marchabas? —inquiere con urgencia.
Lo hace en voz baja, pero está disimulando su enfado.
—No me marcho, voy a ver a mis amigos y a mi abuela.
—¿Y qué pasa con nuestro contrato?
—Aún no tenemos ningún contrato.
Frunce los ojos y entonces parece recordar.
Me suelta la mano y, cogiéndome por el codo, me conduce fuera de la habitación.
—Esta conversación no ha terminado —me susurra amenazador mientras entramos en el comedor.
Eh, para.
No te enfades tanto y devuélveme las bragas.
Lo miro furiosa.
El comedor me recuerda nuestra cena íntima en el Loews.
Una lámpara de araña de cristal cuelga sobre la mesa de madera noble y en la pared hay un inmenso espejo labrado y muy ornamentado.
La mesa está puesta con un mantel de lino blanquísimo y un cuenco con petunias de color rosa claro en el centro.
Impresionante.
Ocupamos nuestros sitios.
El señor Scott se sienta a la cabecera, yo a su derecha y Leandro a mi lado.
El señor Scott coge la botella de vino tinto y le ofrece a mi madre.
Alessandra se sienta al lado de Leandro, le coge la mano y se la aprieta fuerte.
Leandro le sonríe cariñoso.
—¿Dónde conociste a Faya? —le pregunta Alessandra.
—Me entrevistó para la revista de la Universidad Estatal de Los Angeles.
—Que mis Padres dirigen —añado, confiando en poder desviar la conversación de mí.
Alessandra sonríe entusiasmada a mi madre, que está sentada enfrente, al lado de papá , y empiezan a hablar de la revista de la universidad.
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By following your rules
Teen FictionMe haces sentir cosas con las que no estoy familiarizado. No sé como manejar este tipo de sentimientos Faya. Amo lo entregada emocionalmente que se vuelve con las cosas. Ella se abre por completo a estas fuerzas ficticias, sea una película o una n...