Capitulo 27

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La cocina me intimida un poco.

Es elegante y moderna, con armarios sin tiradores........

Tardo unos segundos en llegar a la conclusión de que tengo que presionar en las puertas para que se abran.

Quizá debería prepararle el desayuno a Leandro.

El otro día comió una tortilla... Bueno, ayer, en el The Culver Hotel.

Hay que ver la de cosas que han pasado desde ayer.

Abro el frigorífico, veo que hay muchos huevos y decido que quiero tortitas y beicon.

Empiezo a hacer la masa bailando por la cocina.

Está bien tener algo que hacer, porque eso te concede algo de tiempo para pensar, pero sin profundizar demasiado.

La música que resuena en mis oídos también me ayuda a alejar los pensamientos profundos.

Vine a pasar la noche en la cama de Leandro Scott y lo he conseguido, aunque no permita a nadie dormir en su cama.

Sonrío.

Misión cumplida.

Genial.

Sonrío.

Genial, genial, y empiezo a divagar recordando la noche.

Sus palabras, su cuerpo, su manera de hacer el amor... Cierro los ojos, mi cuerpo vibra al recordarlo y los músculos de mi vientre se contraen.

Mi subconsciente me pone mala cara.

Su manera de follar, no de hacer el amor, me grita como una arpía.

No le hago caso, pero en el fondo sé que tiene razón.

Muevo la cabeza para concentrarme en lo que estoy haciendo.

La cocina es de lo más sofisticado.

Confío en que sabré cómo funciona.

Necesito un sitio para dejar las tortitas y que no se enfríen.

Empiezo con el beicon.

Amy Studt me canta al oído una canción sobre gente inadaptada, una canción que siempre ha significado mucho para mí, porque soy una inadaptada.

Nunca he encajado en ningún sitio, y ahora... tengo que considerar una proposición indecente del mísmisimo rey de los inadaptados.

¿Por qué es Leandro así?

¿Por naturaleza o por educación?

Solo una vez he conocido a nadie igual.

Meto el beicon en el grill y, mientras se hace, bato los huevos.

Me vuelvo y veo a Leandro sentado en un taburete, con los codos encima de la barra y la cara apoyada en las manos.

Lleva la camiseta con la que ha dormido.

El pelo revuelto le queda realmente bien, como la barba de dos días.

Parece divertido y sorprendido a la vez.

Me quedo paralizada y me pongo roja.

Luego me calmo y me quito los auriculares.

Me tiemblan las rodillas solo de verlo.

—Buenos días, señorita Laur. Está muy activa esta mañana —me dice en tono frío.

—He... He dormido bien —le digo tartamudeando.

By following your rulesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora