Capitulo 12

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Salgo de la suite y encuentro a Leandro esperándome apoyado en la pared.

Parece un modelo posando para una sofisticada revista de moda.

—Ya está. Vamos a tomar un café —murmuro enrojeciendo de nuevo. Sonríe.

—Usted primero, señorita Laur.

Se incorpora y hace un gesto para que pase delante.

Avanzo por el pasillo con las piernas temblando, el estómago lleno de mariposas y el corazón latiéndome violentamente.

Voy a tomar un café con Leandro Scott... y odio el café.

Caminamos juntos por el amplio pasillo hacia el ascensor.

¿Qué puedo decirle?

De pronto el temor me paraliza la mente.

¿De qué vamos a hablar?

¿Qué tengo yo en común con él?

Su voz cálida me sobresalta y me aparta de mis pensamientos.

—¿Cuánto hace que conoce al fotógrafo?

Bueno, una pregunta fácil para empezar.

—Desde el primer año de facultad. Somos buenos amigos

—Ya —me contesta evasivo.

¿Qué está pensando?

Pulsa el botón para llamar al ascensor y casi de inmediato suena el pitido.

Las puertas se abren y muestran a una joven pareja abrazándose apasionadamente.

Se separan de golpe, sorprendidos e incómodos, y miran con aire de culpabilidad en cualquier dirección menos la nuestra.

Leandro y yo entramos en el ascensor.

Intento que no cambie mi expresión, así que miro al suelo al sentir que las mejillas me arden.

Cuando levanto la mirada hacia Leandro, parece que ha esbozado una sonrisa, pero es muy difícil asegurarlo.

La joven pareja no dice nada.

Descendemos a la planta baja en un incómodo silencio.

Ni siquiera suena uno de esos terribles hilo musicales para distraernos.

Las puertas se abren y, para mi gran sorpresa, Leandro me coge de la mano y me la sujeta con sus dedos largos y fríos.

Siento la corriente recorriendo mi cuerpo, y mis ya rápidos latidos se aceleran.

Mientras tira de mí para salir del ascensor, oímos a nuestras espaldas la risita tonta de la pareja.

Leandro sonríe.

—¿Qué pasa con los ascensores? —masculla.

Cruzamos el amplio y animado vestíbulo del hotel en dirección a la entrada, pero Leandro evita la puerta giratoria.

Me pregunto si es porque tendría que soltarme la mano.

Es un bonito domingo de mayo.

Brilla el sol y apenas hay tráfico.

Leandro gira a la izquierda y avanza hacia la esquina, donde nos detenemos a esperar que cambie el semáforo.

Estoy en la calle y Leandro Scott me lleva de la mano.

Nunca he paseado de la mano de nadie.

La cabeza me da vueltas, y un cosquilleo me recorre todo el cuerpo.

By following your rulesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora