Capítulo 37

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Estira el brazo y del bolsillo del pantalón saca su corbata de seda gris... la corbata gris que deja pequeñas marcas del tejido en mi piel.

Se sienta rápidamente a horcajadas sobre mí y me ata las muñecas, pero esta vez anuda el otro extremo de la corbata a un barrote del cabezal blanco de hierro.

Tira del nudo para comprobar que es seguro.

No voy a ir a ninguna parte.

Estoy atada a mi cama, y muy excitada.......

Se levanta y se queda de pie junto a la cama, mirándome con ojos turbios de deseo.

Su mirada es de triunfo y a la vez de alivio.

—Mejor así —murmura.

Esboza una maliciosa sonrisa de superioridad.

Se inclina y empieza a desatarme una zapatilla.

Oh, no... no... los pies no.

Acabo de correr.

—No —protesto y doy patadas para que me suelte.

Se detiene.

—Si forcejeas, te ataré también los pies, Faya. Si haces el menor ruido, te amordazaré. No abras la boca. Seguramente ahora mismo tu madre está ahí fuera escuchando.

¡Amordazarme! ¡Mamá! Me callo.

Me quita las zapatillas y los calcetines, y me baja muy despacio el pantalón de chándal.

Oh... ¿qué bragas llevo?

Me levanta, retira la colcha y el edredón de debajo de mí y me coloca boca arriba sobre las sábanas.

—Veamos. —Se pasa la lengua lentamente por el labio inferior—. Estás mordiéndote el labio, Faya. Sabes el efecto que tiene sobre mí.

Me presiona la boca con su largo dedo índice a modo de advertencia.

Dios mío.

Apenas puedo contenerme, estoy indefensa, tumbada, viendo cómo se mueve tranquilamente por mi habitación.

Es un afrodisiaco embriagador.

Se quita sin prisas los zapatos y los calcetines, se desabrocha los pantalones y se quita la camisa.

—Creo que has visto demasiado.

Se ríe maliciosamente.

Vuelve a sentarse encima de mí, a horcajadas, y me levanta la camiseta.

Creo que va a quitármela, pero la enrolla a la altura del cuello y luego la sube de manera que me deja al descubierto la boca y la nariz, pero me cubre los ojos.

Y como está tan bien enrollada, no veo nada.

—Mmm —susurra satisfecho—. Esto va cada vez mejor. Voy a tomar una copa.

Se inclina, me besa suavemente en los labios y dejo de sentir su peso.

Oigo el leve chirrido de la puerta de la habitación.

Tomar una copa.

¿Dónde?

¿Aquí?

¿En Culver?

¿En California?

Aguzo el oído.

Distingo ruidos sordos y sé que está hablando con mi madre... Oh, no... Está prácticamente desnudo.

¿Qué va a decir Mamá?

Oigo un golpe seco.

¿Qué es eso?

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