Anfitrite: Ocean Eyes || KookMin

27. Corazón Cuarteado

—Vaya desastre.

Sacude los brazos quitándose los restos de agua. Afortunadamente, empezaron a vaciar el castillo antes de que entrara el agua roja a su habitación. Se sopla uno de los mechones que se le vienen al rostro y mira por la ventana. Es un rotundo y catastrófico desastre. Empieza a considerar que ni siquiera fue buena idea decirle la realidad a Jimin.

Tal vez debió quedarse con eso guardado. Bufa de nueva cuenta. Tendría una vista roja por un largo tiempo. Menuda desgracia. Sacude las manos de nuevo, sin conseguir que el líquido deje de estar ahí. Por el contrario, tiene la sensación de estar más mojado.

— ¿Te molesta? Curioso, con tus últimas acciones, pensé que eso era lo que querías en tus manos.

Se hace atrás, sobresaltado por la voz repentina de Hoseok. El noble apoya la mejilla en su mano, sentado en la pequeña mesa que hay en la habitación lujosa y bien amueblada.

—Basta que haya un desastre para que-

—¿Estés inmiscuido indirectamente? Cierto, tienes mucha razón con ello. —Su mirada asustada se clava en Jin, quien avanza hacia dónde está Hoseok. Ambos con aquellas enormes manchas rojizas oscuro en sus vestimentas, directamente de sus cuellos con los cortes tan exactos.

Tal como los recuerdo. Uno vertical, otro horizontal. Les huye la mirada, pero aun haciéndolo, sus manos siguen estando sucias del líquido oscuro y espeso que no se cae. Contrario a ello, lo que hace es mancharse su ropa. Ensuciarse hasta el punto de empaparse en sangre. Una que tiene en las manos por haber dado información sobre la Atlántida.

Una que hasta hace poco, no había dado cuenta de lo mucho que apesta, de lo mucho que ensucia, de lo mucho que pesa. Por más que intenta sacársela, no se va. No se irá jamás y acaba dando un grito de total frustración en la soledad de su habitación.

Sin nadie más aparte de su culpa conmocionándolo efectivamente. Entre la falta de agua y sus emociones revueltas culpa del mar entristecido. Sacándole en cara sus errores más graves. Mareándolo y capaz de llevarlo a echarse en el suelo. Hecho un ovillo que llora, viendo sangre que no está ahí y lamentándose como un niño miserable.

. . .

—No sé si voy a despertar... Necesito dormir mucho, muy profundo e intentar algo. Con suerte sale bien—explica a los tres sirvientes que aguardan que acabe de dar su indicación—. Aun si no lo hago mañana, si empiezo a gritar, si sucede algo... No me despierten. No lo hagan—enfatiza hacia ellos—. Necesito permanecer dormido.

— ¿Por qué exactamente? —cuestiona Jeonghan—. Puede que los bebés necesiten algo de usted. Sabe que Soonyoung a veces acepta comer, a veces no; Wooyoung también puede que quiera tomar pecho. Hay-

—Podrán hacerlo y esto es importante—Rasca su cuello, incómodo por la sensación extraña en este—. No me interrumpan, por favor.

Acaban por asentir con una leve reverencia. Mingi tarda alrededor de una hora en llegar para dormir. Estando los cinco en la misma habitación. Wooyoung y Soonyoung han adaptado la rara costumbre de dormir cuando están fuera del agua y tampoco es malo en lo que a Jeonghan refiere.

Jimin se arropa y cierra los ojos, enfocado en dormirse rápido y en realidad, lo hace. Muy pronto cae en un sueño profundo. Uno dónde está nadando en total calma por el agua, dando giros y piruetas con la extensa cola llena de escamas azulinas. Su pensamiento sencillo y es el de avanzar siguiendo ese camino brillante y bonito de pequeñas partículas de luz.

— ¿Crees que esté bien? —pregunta Jeonghan a Jackson, notando las caras que pone el noble, girando en la cama.

—Sí. Lo más seguro es que esté bien... Sabes, en los sueños es más difícil llegar a nada. Ni siquiera eres consciente de que vives un sueño—medita estirando las piernas—. Tan solo avanzas, saltas, nadas, cantas, haces de todo sin comprenderlo. Tal vez la forma de que la marea roja se vaya, es que él sea capaz de llegar a su destino.