26. Penitencia de Atrocidad

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—No había nadie por esta zona, señor, todos estaban comiendo o en el lado oeste del palacio.

—Cuando llegaron ya estaba sangrando. No fue nuestra culpa. Estaba así.

Leedo mantiene los ojos abiertos de par en par, parado frente a los pocos restos que quedan de su esposa embarazada. Huesos destruidos, la cara deformada por lo que bien pudo ser golpes o un objeto punzante clavado de manera repetida. Es un misterio para él. Uno que ahora no tiene la cabeza suficiente para responder. El pasmo no pasa ni siquiera teniendo minutos ahí en pie.

Con los ruidos de fondo que son las excusas y explicaciones a por qué su esposa y su hijo están muertos en este instante. Suelta un respiro profundo, Seoho lo sostiene en vano, pues acaba cayendo al suelo de rodillas, bajando la cabeza y quedando a pocos centímetros de la cabeza a medio destruir.

Su única esposa restante.

Y su hijo no nato.

Hijo que pensó no podría tener y allí está... allí estaba.

—Alteza. —murmura Keonhee acercándose un poco.

—Esto... esto fue...

Sus labios tiemblan, con el rojo de la sangre clavado en sus pupilas. Ya coagulada y por tanto, no flota en el agua. Ya no ensucia. Es solo una masa sanguinolenta que empieza a apestar. Nada más. Sus bocanadas se hacen cada vez más fuertes y constantes ¿La razón? Debió prever que esto sucedería. La señal estuvo ahí y él la ignoró.

Acaba de vestirse y se ve en el espejo con extrañeza. Trata de limpiar la mugre pegada en su cara. Por más que lo intenta, no es capaz de hacerlo. Quejumbra, da la vuelta para buscar con que restregar mejor y así deshacerse de la suciedad. En el proceso, se encuentra con una figura.

Se supone que está solo en la habitación. Nadie informó que entraría y hubo absoluto silencio, por lo que la presencia es más que extraña. Se acerca con cautela hasta que gira la cabeza hacia él, habiendo estado viendo al frente mientras movía los dedos de una mano.

— ¿Qué haces aquí? Pensé que no-

—Tumtum... Tumtum...—tararea ensanchando una sonrisa retorcida y entrecerrando los ojos—. Papapipupupipiponponpom—Leedo frunce las cejas ¿Qué hace? No entiende. Jimin pasa su mano derecha por su rostro, rascándose una mejilla y ensuciándose de sangre por la mano embarrada—. ¿Prruuuu? —Levanta y se acerca a Leedo. Este da cuenta del cuchillo que lleva en la mano—. Pruuu~

—Apart-

— ¿Qué? ¿Te intimida como suenan los muertos? —Ríe, sonando forzado su gesto tan amplio, manteniendo los ojos abiertos con deje lunático no hacen sino generarle mayor repelencia a la imagen desconocida de Jimin.

Tan ajena a él.

La risa continúa, tan extraña que-

— ¿Entonces por qué los hiciste muertos? —Aprieta el rostro de Leedo entre sus manos—. Si tanto miedo tenías de escucharlos—Leedo aguanta el dolor que generan los anillos de garra, clavándose en su carne y logrando que se manchen más de sangre, la pregunta es ¿De dónde viene la que ya tenía? Jimin se aparta su expresión seria, casi furiosa, lo hace quedar rígido en su sitio—. No escucharás otros gritos vivos... sino de muertos.

Leedo tiene el impulso de ir tras él, quien sale de la habitación y avanza a prisa. Con la melena de color rosa balanceándose al igual que el abrigo blanco que lleva, lleno de pequeñas manchas sangrientas desconocidas.

Después de que todos se vayan
Abre tus ojos de nuevo

¡JIMIN!llama desaforado, con las paredes teniendo largos riegos de sangre. Habiendo frotado la mano a medida que se mueve. Lo escucha continuar con eso. Como si estuviera guiándolo.

Anfitrite: Ocean Eyes || KookMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora