UNTIL THE SUNSET _______________><________________
Las horas avanzan y la gente de la piscina comunitaria poco a poco se retira después de mucho tiempo de juego. En cambio otros aún persisten en su estadía.
Fëanor debido a que su pareja todavía está en su turno, no puede marcharse ya que se irá con él. Además que le encanta nadar en la alberca. La sensación es gratificante al desplazarse por el agua; muy relajante para ella. Podría incluso pasar horas ahí.
Sin embargo, era momento de salir un poco de las profundidades para retomar regreso a la superficie y sentarse un rato más.
Cuando esto sucede, es captado por la atenta mirada del californiano.
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Aprecia el espectáculo de su novia retomar camino a la orilla de la piscina. No puede negar que le fascina su cuerpo en ese traje de baño. Y no puede ocultar que también cuando no lo trae puesto.
Un escalofrío le recorre pues a tocado cada parte de su piel blanca, tersa y suave. Mezclando sus pieles en la intimidad del momento pasional una y otra vez; queriendo repetirlo siempre que se presente la oportunidad. Podría decir que nunca se aburriría de ella. Y eso ya es mucho para él, antes ni siquiera pasaría más de un par de veces con una chica.
Más Fëanor Ivers era la chica indicada. Esa que estúpidamente lo había atrapado como a una polilla en su luz; perdido por completo en su hechizo único de misterio e inocencia.
Vuelve a la realidad y desciende de su puesto para tomar la toalla de la pelinegra. — Que buen espectáculo, Flamita. — comenta mostrando una sonrisa ladeada.
La joven sonríe. — ¿No deberías tener tu atención en los demás? — plantea tomando la toalla que él le dio.
— Eres algo que llama mi interés. — argumenta encogiéndose de hombros — Pero si quieres puedo centrarme en alguna otra persona. — sugiere cruzándose de brazos. — Estoy seguro que se sentirá muy halagada. — alardea mirando a su alrededor.
— ¿En serio? — pregunta alzando una ceja escéptica.
— Sí, creo hay buenas opciones a escoger. — destaca viéndola a los ojos. Quería molestarla un poco. — Mira, creo que por ahí viene alguien. — señala salía de la piscina — Es la señora Wheeler, ¿no? — indaga fingiendo interés.
Ivers gira los ojos. — Deja de jugar. — advierte poniendo la toalla alrededor de su cintura.
— ¿Jugar? — repite confundido — Yo iba a proponer conocernos, — refiriéndose a la mujer — una salida tal vez… — indica seductoramente.
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