𝐁𝐑𝐎𝐊𝐄𝐍 𝐒𝐎𝐔𝐋𝐒¹ •| |• 𝐁𝐈𝐋𝐋𝐘 𝐇𝐀𝐑𝐆𝐑𝐎𝐕𝐄 ✓✓

CAPÍTULO VEINTITRÉS - II

THROUGH THE GAZE
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Cuando llegaron al centro del pueblo, estacionaron en el primer lugar disponible que encontraron.

Descendieron todos los integrantes dentro del automóvil y la pareja de novios se adelantó con el pequeño a su lado.

Los otros dos jóvenes se quedaron detrás de ellos.

— Oh dios, ya quería bajarme de ahí. — alega Jonathan.

Fëanor suelta una risilla por la exageración de su amigo. Todo el camino se vio su rostro disgustado y frustrado. Emitiendo suspiros de cansancio.

— ¿Cómo pueden ser así? — refiriéndose a los adultos.

Habían pasado dándose miradas cariñosas y tarareando canciones románticas que pasaban en la radio.

— Fue demasiada cursilería. — dice con una mueca.

Fue una tortura suscitar el romance entre su madre y su novio.

— Yo creo que son lindos. — destaca sonriente la pelinegra.

Le agrada ver a Bob y Joyce felices. A pesar de ser adultos, actúan como un par de enamorados adolescentes; aprovechan la oportunidad que no tuvieron antes. Por eso le gusta verlos de esa manera.

Disfrutando de su amor como en las películas.

Quizá ella no tendría esa clase de amor porque le cuesta entender muchas cosas aún, pero le gustaría tener algo de lo que ellos profesan.

Jonathan gira los ojos por el apoyo de Ivers pero no dice nada más y sigue caminando junto a ella.

— Hey chicos, — de repente les llama Bob. — ¿No quieren un helado? — sugiere abrazando a su novia.

— ¿En otoño? — cuestiona Jonathan. Debido a que no era muy apetecible por el frío que comenzaba a sentirse en Hawkins.

— Sí, porqué no. — interviene Fëanor.

No desaprovecharía la oportunidad de comer ese alimento congelado y cremoso de sabores dulces que gustaba comer desde que lo probó en verano que finalmente pudo explorar más el pueblo.

Y a partir de ahí fue algo que le fascinó.

— Yo quiero. — anuncia animoso Will.

— Bien, vamos entonces. — les alienta a seguirlo al pequeño local de helados.

Avanzan hasta llegar al lugar y cada uno escoge su sabor preferido.

Obtienen sus helados, los adultos sugieren sentarse a comer los postres.

Sin embargo, los menores prefieren ir a dar una vuelta. Más bien el hermano mayor de los Byers.

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Deambulan por la avenida mirando a su alrededor lo que hay a su paso y les atrae.

—… Tranquilo amigo, — comenta de la nada el castaño a su hermano pequeño — se te va a congelar el cerebro si lo comes tan aprisa. — refiriéndose al helado.

Will ríe sutilmente en disculpa, no obstante, mantener su cuerpo frío era primordial para su huésped.

Aún no descubrían al intruso dentro del menor Byers.

Continúan caminando hasta que de pronto Will y Jonathan se entretienen viendo un aparador que los hace poner toda su atención en ello y detenerse. Mientras que a la azabache le da curiosidad algo más.