Los días transcurrieron en el pueblo de Hawkins, los habitantes trataban de acoplarse para volver a la rutina y retomar en muchos casos los antiguos empleos al haber sido clausurado el Starcourt; incluyendo a nuestros héroes.
Quienes hacían su esfuerzo por olvidar los trágicos acontecimientos que sólo ellos conocían y que atormentaban en ocasiones sus mentes.
Como al californiano que le costaba un poco más lidiar con sus consecuencias siendo un desollado. Constantemente tenía que intentar que las culpas de ser un huésped del ente oscuro que trajo sólo devastación no le afectaran más de la cuenta.
Aunque no siempre su mente le ayudaba. Por las noches se hacía más difícil poder combatir los recuerdos que llegaban a invadir su paz mental. Cuando lograba dormir las pesadillas atacaban y jugaban en su cabeza para hacerle ver cosas irreales que parecían muy ciertas.
Justo como ahora, estando dormido junto a Ivers en la habitación de ella después de un largo día, descansa hasta que su mente empieza a traer imágenes distorsionadas de la realidad.
Estaba de vuelta en aquella noche que todo inició, cuando el azotamentes salió de su escondite para provocar el choque de su auto y llevarlo a su guarida.
Todo estaba oscuro y el eco de sus gritos desesperados se oían retumbar en su cabeza; los que resonaron en la fábrica abandonada al ser arrastrado al interior por aquellas escaleras metálicas.
Recuerda a la bestia hecha de los roedores tomar su rostro y dar comienzo a su posesión. El instante en que su pesadilla se convirtió en el tormento para muchos. Instantáneamente llevó su mano a su rostro para percatarse de que un tentáculo se afianzaba en su boca y otras zonas. Hizo fuerza para quitarlo; cosa que no le tomó mucho tiempo y lo arrojó a un lado. Viendo como se retorcía en el suelo.
— ¡Ahg! — gruñe, aplastandolo con su pie. Soltando un chillido de parte de la criatura.
De pronto, se escuchó el llanto de una persona, por lo que camina hacia este ruido. Aclarando la imagen de una persona que había visto un par de veces. Samuel, el compañero de la pelinegra. Estaba de espaldas, con el cuerpo de una muchacha en brazos y sin movimiento alguno.
Gira el hombre para apreciar su semblante devastado.
— Tú la mataste. — murmura con la mirada en su pareja — Tú la mataste. — repite subiendo la vista a él — ¡Tú la mataste! — acusa en voz alta.
— ¡No, no lo hice! — refuta la acusación — No fui yo. — se excusa con un nudo en la garganta.
Se aleja dando pasos hacia atrás cuando choca con algo a sus espaldas, se voltea y observa su vehículo con las luces encendidas; el escenario se ve alterado ahora y está fuera de la siderúrgica.
No entiende cómo llegó hasta ahí cuando unos golpes se oyen del interior de la cajuela, y esto lo hace avanzar para ver qué se oculta dentro. Más no hay nada grato al abrirla puesto que haya quien era su antigua compañera de trabajo, Heather Holloway.
Vestía su uniforme rojo de la piscina, con el que la raptó ese día, lucía con apariencia sucia y cabello un tanto desordenado. Ojos cerrados hasta que repentinamente despierta asustando al joven que se recorre unos pasos.
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