𝐁𝐑𝐎𝐊𝐄𝐍 𝐒𝐎𝐔𝐋𝐒¹ •| |• 𝐁𝐈𝐋𝐋𝐘 𝐇𝐀𝐑𝐆𝐑𝐎𝐕𝐄 ✓✓

CAPÍTULO VEINTICUATRO - IV

OUT OF MIND
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La tarde avanzó en Hawkins, y en el hogar Byers, los integrantes de la familia parecían estar en un mejor ambiente que el anterior.

Fëanor acababa de terminar sus deberes escolares hace unos instantes, guardó todo en su lugar, más su mirada se desvío hacia una cosa.

Frente suyo estaba la chaqueta del californiano; aún no la había devuelto. Lo intentó, pero la hermana del dueño de la prenda no quiso hacerlo. Quizá intuía que algo sucedía para querer evitarlo.

Y es que sentía una especie de vergüenza mezclada con aflicción de solo pensar en dialogar con Hargrove.

¿Por qué?

Bueno, piensa que precisamente el chico rubio que casi mataba en el gimnasio la había auxiliado en su peor momento; estuvo a su lado aún cuando ella podía ser peligrosa para su vida.

Obviamente él no lo sabía del todo. Así que la joven creyó que tal vez era una manera de devolver el favor como ella lo hizo antes. Aquella ocasión que por primera vez vio el interior destrozado con el que este se consumía. Justo como ella.

Por eso no puede evitar preguntarse, qué ahora que presenció una de sus crisis, ¿querría permanecer a su lado?

Después de ver lo que era capaz si no se controlaba. Como si fuera una bestia salvaje y perdida; como un monstruo. Esa oscuridad interna con la que debía también combatir.

Saber su respuesta le da un poco de miedo.

No quiere que se aleje de ella. No ahora.

Le agrada estar con él, e increíblemente al analizar más, Billy pudo lidiar con su ataque de pánico. Lo manejó a su manera pero funcionó muy bien. Logró calmarla.

Aún recuerda al chico sosteniendo su cara entre sus manos, mientras murmuraba que sólo se concentrara en su mirada y dejara salir sus malos pensamientos cantando, como aquella vez en el auto. No le importó su desafinada voz; solo se enfocó en la persona enfrente suyo.

Billy Hargrove, y esos ojos azulados que la hipnotizaron hasta causar relajación de solo verlos como si fueran dos pequeños lagos de hielo cristalino. En los que irónicamente se sentía bien; segura. A pesar de contrastar con su fuego interno.

Ivers cierra los ojos, y de la nada se pone la chaqueta prestada e inhala profundamente el aroma aún persistente del rizado. Se sentía relajante aún con la mezcla de cigarrillo, cuero y colonia.

¿Jonathan podría tener razón? ¿A Billy le importaba como para no alejarse de ella si le contaba la verdad?

En algún momento debía averiguarlo.

La chica abre sus ojos y se pone de pie. Necesita caminar para despejar su mente.

Sale de su habitación y observa a Joyce en la cocina con su hijo mayor sentado en el comedor con su cámara; Will se encuentra en la sala viendo televisión.

— Voy a salir a caminar. — informa, ellos levantan la mirada.

— ¿Segura? No quieres que te acompañe Jonathan. — insiste la mujer por su mente tan susceptible y el acontecimiento de ayer — Ya anocheció. — argumenta a la pronta oscuridad afuera, debido a la época del año.

— No, estoy bien. — declara — Solo caminaré un rato. — menciona con una sutil sonrisa para calmarla.

— De acuerdo. — asiente Joyce.