Parecía que todo estaba yendo a la perfección y los chicos podrían huir sin problema alguno. Atravesarían la reja con la telequinética en brazos y la llevarían lejos de ahí a un lugar seguro.
Más no todo pasaría como creían.
Justo cuando los cuatro jóvenes cruzan el portón, Billy Hargrove había salido instantes antes de su camaro destrozado. Debido a Harrington, quien se impactó contra el automóvil para inmovilizarlo. El rubio percibió la presencia de los héroes con el ruido de la reja. Poniéndose en alerta.
— ¡Carajo! — exclamó la pelirroja, al ver a su hermanastro a la distancia.
— ¡Regresen, regresen! — indica Mike, haciendo que retrocedan.
— Billy. — musita la pelinegra al ver al californiano cerca de su vehículo incendiado. Su preocupación aumenta y desea ir a él para saber si está bien.
— ¡Fëanor, vamos, vamos! — la apresura el castaño tomándola de la mano.
Sin remedio debe alejarse de ahí y Noah vuelve a apretar el botón para cerrar el portón e intentar retrasar al poseído.
No obstante, eso no es un impedimento pues justo al estar a unos centímetros de cerrarse él logra mantenerla hasta que con un gran esfuerzo la abre para poder ingresar.
Aún estando lesionado también, no se detiene y va tras los chicos que corren tan rápido como pueden por los pasillos de emergencia que recorrieron. Con Once herida y débil para avanzar les dificulta la tarea de huir.
Y la azabache lo sabe, si se mantienen a ese ritmo el rizado los alcanzará. Por eso debe hacer algo. Necesita hacerlo.
— Fëanor, ¡¿qué haces?! — interroga Garvey al verla detener su paso.
— Lo detendré. — responde agitada — Detendré a Billy para darles tiempo. — argumenta mirándolo fijamente.
— ¿Qué? No. — declina de inmediato. Él podría dañarla. Estando poseído la lastimaría sin dudar como el el sauna.
— Es la única opción. — debate. De verdad lo era. — Hay que mantener a Once a salvo. — alega, pues era la más corría peligro y necesitaba que su hermana estuviera lejos. — Necesito que la protejas. — solicita ansiosa.
— Fëanor… — intenta protestar pero la puerta al final del pasillo se escucha abrirse.
Billy Hargrove los ha encontrado.
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El corazón de Ivers se acelera como el de los otros, sin embargo, ella reacciona al concentrar su mente y usar su piroquinesis. Haciendo un muro de fuego frente a Hargrove para impedir que pase.
— ¡Corran! — pide a los jóvenes, ha creado una distracción para que huyan. — ¡Váyanse, váyanse! — ordena nuevamente pues estaban reacios a marcharse.
