Las tres féminas no tienen más remedio que retirarse de la residencia Holloway. No había mucho que seguir haciendo ahí, Heather aparentemente no estaba en peligro. Así que se dirigen hacia la salida, por el mismo camino que recorrieron antes. Solo que con el rubio siguiéndolas detrás para despedirlas.
— Ivers, — la llama y ella se detiene mientras las otras dos quedan a cierta distancia de ambos — creí haberte dicho que no te quería cerca de mí. — reiteró su advertencia del día anterior.
— Yo sólo vine porque me lo pidieron. — declara mirando de reojo a las adolescentes.
— Bueno, sería mejor que no lo volvieras a hacer. — aludiendo a la visita. El azotamentes no quería este tipo de interrupciones imprevistas. — Sería algo incómodo tener que lidiar con una situación así otra vez. — argumenta fingiendo pena.
— ¿Un situación así? — repite frunciendo el ceño.
— Sí, quiero decir. — asiente encogiéndose de hombros — Podría estar con Heather o alguna otra chica en alguna "situación" comprometedora. — ladea la cabeza — Ya sabes, cómo nos divertíamos en un lugar privado en ocasiones… — comenta con diversión.
— ¿Diversión? — interroga pasmada. ¿Sus momentos íntimos eran sólo un juego? ¿No valían nada?
— Así es, — afirma — y sé que te divertiste. — habla con descaro — Pero creo que sabes que después de un rato me aburre lo mismo. — dice con burla.
Fëanor lo mira impactada, ¿por qué era tan cruel con sus palabras?
— No, — niega con los ojos llorosos — en realidad no se quien eres ahora. — murmura dolida.
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— Soy lo que siempre fui. — menciona — Alguien que tiene gustos muy variados, — señala — y me di cuenta que estabas fuera de mis estándares. — denota — Aunque fuiste algo que llamó mi atención por un tiempo. — agrega — Quise dejar esto finalmente. — haciendo un ademán hacia ambos.
— Billy. — reprende la pelirroja. Había escuchado claramente su conversación y ya estaba yendo demasiado lejos.
— Max, solo quiero dejar en claro que ya probé lo que quería. — dando una mirada a la pelinegra — Y varias veces muy buenas puedo… — añade lamiendo su labio.
Ivers antes de que pueda continuar, le da una fuerte bofetada que hace girar la cara de él. — Disfruta tu cena. — indica mirando en dirección a donde se encuentran los Holloway.
— Seguro que sí. — dice entre dientes.
Ante esto, la ojigris se gira poniéndose la capucha de su impermeable morado. Y sale sin decir una palabra con la atenta mirada del californiano. Que tensa sus manos casi en un temblor.