Choisan tenía un pequeño (pequeñísimo, no muy grande, diminuto, ultra chiquitino, minúsculo) problema con el chocolate. Desde que lo probó un par de siglos atrás, su ligera obsesion con aquel alimento había ido creciendo hasta convertirse en ese pequeño (¡pequeñísimo, no muy grande, diminuto, ultra chiquitino, minú-...!) problema. Choisan no pensaba que debía preocuparse demasiado, pues un trozo de chocolate de vez en cuando no le hacía nada. Era un regalo que se hacía a sí mismo cuando lo veía necesario (a veces, las almas y/o la energía de las criaturas de las que se alimentaba no eran suficientes, al demonio también le apetecía endulzar su existencia cada cierto tiempo).
En sus cuatrocientos noventa y tres años de existencia, Choisan había sido invocado muchas veces al otro Otro Lado (el otro Otro Lado era la realidad de los humanos, las hadas, brujas y elfos y demás. El Otro Lado, el verdadero Otro Lado, estaba lleno de demonios como Choisan, sirenas, espíritus y unicornios). Humanos jugando con magia, brujas y magos que necesitaban compañía y un poco de ayuda en sus aventuras de brujas y magos, pixies traviesos que querían observar de cerca a un demonio y soltar grandes exclamaciones al ver sus cuernos, sus manos grandes y largas y las runas en su piel. Para Choisan era normal estar una temporada en el otro Otro Lado, pasando allí unos meses (o unos extensos años), por eso no le sorprendió cuando una noche un portal se abrió en mitad de su habitación.
Era un portal un tanto mal hecho, como si lo hubiera dibujado alguien sin experiencia, o un par de pixies usando una tiza los dos juntos, o un niño. Choisan hizo una mueca, porque a pesar de estar un poco torcido, el portal era muy bueno. (Choisan se preguntó de dónde había sacado un conjuro tan antiguo quien fuera que le estaba llamando, ya casi no se veían de esos).
Choisan, como buen demonio de casi cinco siglos de existencia, podía negarse a cruzar el portal si no le apetecía, si el portal le parecía feo (como el que se había abierto en ese momento) o si la ofrenda no le gustaba lo suficiente. (Las ofrendas no eran esenciales, pero Choisan no se iba a quejar de los regalos gratis que le hacían la gente del otro Otro Lado). Lo pensó, ignorar el portal e irse a dar un paseo por las bonitas calles del Otro Lado, a lo mejor echarse una siesta entre las sombras. Sin embargo, había algo que le hizo pensárselo dos veces. Una vez más, Choisan tenía un pequeño (pequeñísimo, no muy grande, dimi-...) problema con el chocolate. No era nada grave de lo que preocuparse, pero sí comenzaba a afectarle, por mucho que quisiera negarlo. Justo cuando decidió que no tenía ganas de ir al otro Otro Lado, Choisan vio lo que le habían ofrecido.
Era una chocolatina.
Simple, pequeña, chocolate con leche, sin frutos secos. Dulce, casi empalagosa. Una chocolatina, como cualquier otra que Choisan había comido en sus últimas décadas de vida. Choisan no tenía hambre, había comido durante la semana anterior un par de almas y un poco de energía de un muchacho que se le cruzó por delante. No necesitaba comer por un buen tiempo, y mucho menos necesitaba algo como una chocolatina que no le iba a aportar nada. Pero ahí estaba, planteándose seriamente aceptar la ofrenda de quien fuera que hubiera dibujado ese portal tan horrible pero potente. Choisan se pasó una mano por la cara e hizo un ruido grave con la garganta parecido a un gruñido.
Maldita sea quien le hubiera ofrecido aquella chocolatina, pues ahí estaba Choisan, entrando al círculo y agarrando el dulce.
Los viajes a través de portales eran horribles y dejaban al demonio mareado y con ganas de dormir por tres meses. Ni siquiera tras siglos de existencia podía acostumbrarse a ellos, y siempre se preguntaba cuándo harían un camino al otro Otro Lado más accesible que no fuera a través de dibujos en el suelo. El viaje duró un pestañeo y cuando Choisan aterrizó en las sombras de una habitación, el viento dejó de remover todo con violencia y el portal desapareció sobre su cabeza. Choisan tardó unos segundos en ser consciente de dónde estaba: era un cuarto de un tamaño considerable, con muchas sombras en las que esconderse. El demonio entrecerró los ojos al ver a un niño con un pijama amarillo pastel también con los ojos medio abiertos y una vela en la mano, con intenciones de lanzarla.
ㅡSé que estás ahí ㅡdijo el mocosoㅡ. Es de mala educación no presentarse.
Choisan no se dignó en contestar. Estuvo en silencio, buscando por todos lados y sin éxito a otra persona, a otro individuo que no fuera aquella cosa humanoide insignificante con una vela en la mano. No podía ser posible que aquel mago (Choisan tuvo que olisquear el aire, la magia alrededor de él, para saber qué era ese mocoso) le hubiera invocado. ¡El conjuro usado para traerle era demasiado fuerte como para que un niño lo usara! Choisan estaba irritado, enfadado, ¡anonadado y alucinado! Se negaba a creer que, con un portal mal dibujado y una chocolatina, aquella cosa le hubiera arrastrado desde el Otro Lado.
Además, no le conocía de nada y ya tenía por seguro que ese niño significaba problemas, por cómo miraba a las sombras con sus ojos oscuros y grandes, sin miedo a lo que había traído a su cuarto. Por Lilith, Choisan se merendaba mocosos como él cada dos días y el niño estaba más que tranquilo, incluso soltó la vela y se metió a su cama, abrazando a un peluche.
ㅡMe llamo Yeosang, por cierto... Buenas noches, seas quien seas.
Por supuesto, Choisan podía buscar otro portal e irse y olvidarse de que un pequeño mago le había invocado sin problemas. Claro que podía hacerlo, aunque le diera mucha pereza buscar otra puerta accesible al Otro Lado. Sin embargo, mientras flotaba en las sombras de aquella habitación infantil y se comía la chocolatina, el demonio tuvo que admitir que el muchacho le había llamado la atención por el mismo motivo por el que estaba irritado, enfadado, ¡anonadado y alucinado! Ese tal Yeosang era un niño muy curioso, al que no le daba miedo invocar demonios e irse a dormir con uno a los pies de su cama.
Choisan decidió entonces que se quedaría un par de días, a ver qué pretendía el mago. También pensó en agarrarle de los pies y sacudirlo en el aire para que abriera de nuevo el portal si el mocoso se ponía cabezón, pero eso sería su último recurso. Choisan tampoco era una bestia, solo era un demonio con un pequeño (pequeñísimo, no muy grande, diminuto, ultra chiquitino, minúsculo) problema con el chocolate.
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He publicado y mandado esto a borradores varias veces pero es que es necesario saber que la magia de Yeosang no fue lo que hizo que San cruzara el portal, fue el chocolate. (?)
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Afterglow
Fanfiction✨I will fill your heart with afterglow, afterglow✨ One shots y drabbles de Ateez.