Somewhere down the coast of Mexico

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Cuando Hongjoong se cayó de boca por pisar su ropa interior que llevaba en el suelo desde hacía dos semanas, fue cuando vio correcto cambiar el rumbo que llevaba su vida hasta el momento.

Hongjoong llevaba un mes en ese nuevo y diminuto apartamento, en una ciudad al otro lado del país que aún no conocía. En esos treinta días, Hongjoong había llorado al menos una vez cada veinticuatro horas, se le rompió su taza favorita y contempló la posibilidad de raparse la cabeza y hacerse un piercing en el baño. También había gastado el equivalente a tres meses de su sueldo en medicina (para el insomnio, la anemia y demás), comida a domicilio, una caja más bonita y grande para su hámster PJ (o Peter Jimothy, o Jim para los amigos más cercanos), en libros que empezaban a coger polvo en una esquina y que seguramente no leería y en un mejor colchón que ayudara con su dolor crónico de espalda. (No sabía si dormir con el colchón directamente sobre el suelo era la mejor idea, pero, ¿quién tenía el dinero para comprar una base para la cama? Hongjoong definitivamente no, no después de gastárselo todo en PJ, comida basura, libros que no iba a leer y el colchón).

Hongjoong no sabía qué esperaba después de haberse mudado de un día para otro, pero no era aquello. Cuando cogió el coche con todas sus cosas metidas en su única maleta y en bolsas de basura, y la caja de PJ bien segura con el cinturón en el asiento del copiloto, Hongjoong esperaba un nuevo comienzo. Una nueva realidad, una mejor vida. Sin embargo, Hongjoong no tuvo en cuenta el desastre de persona que era. No sabía cocinar, la lavadora se le rompió en la primera semana y toda su ropa sucia estaba desperdigada por el suelo; estaba deprimido y solo se levantaba del colchón a alimentar a su mascota y a trabajar por seis horas delante del ordenador, para luego volverse al colchón. No recordaba la ultima vez que bebió algo que no fuera la leche de los cereales o latas de refresco, el tic en su labio inferior no se iba por mucho que tratara de relajarse y sus sueños cada vez eran más imposibles y confusos. Hongjoong maldijo el momento de impulsividad en el que decidió que irse era lo mejor que podía hacer.

Se levantó despacio del suelo y se frotó la barbilla, pues se la había golpeado al caerse. Miró a su alrededor y se le llenaron los ojos de lágrimas al ver el tremendo desastre que había en su casa. Solo la esquinita de la caja de PJ estaba libre de ropa y envoltorios de caramelos. El hámster estaba corriendo en su rueda con una energía envidiable y Hongjoong sollozó porque su hijo peludo se merecía un padre mejor que él. Se suponía que era un adulto responsable y ahí estaba, llorando delante de su hámster como si no hubiera mañana. Sintiendo pena de sí mismo, Hongjoong se limpió la cara con la camiseta y se agachó a coger sus bóxers del suelo. Los observó por unos segundos y frunció el ceño, qué feos eran. Cómo se notaba que no tenía a quien impresionar con ropa interior decente. (A su mano derecha no le importaba qué bóxers llevaba cuando se masturbaba debajo de las sábanas, así que no le surgía prisa comprar mejor ropa interior).

ㅡPJ, tenemos que hacer algo ㅡdijo, aunque PJ no le estaba haciendo ni casoㅡ. Empezando con limpiar esta casa. Y tengo que hacerlo ya, antes de que se me pase la motivación para cambiar mi vida y acabe por irme a dormir.

Hongjoong abrió Spotify en su ordenador y puso una de sus diez mil playlists (pero una de esas que no tenía canciones deprimentes. Necesitaba energía para cambiar su vida, no hundirse todavía más en su depresión). Luego fue a buscar una bolsa de basura para empezar a recoger todos los envoltorios, papeles varios y recipientes vacíos de comida. Para lo pequeño que era su apartamento y el poco tiempo que llevaba viviendo en él había demasiada basura. Hongjoong quiso llorar otra vez, pero se tomó unos segundos para respirar profundamente (inhalando aire por la nariz, soltándolo por la boca). Llorar no iba a servir de mucho, tenía que limpiar y hacer que su casa fuera digna de ser llamada casa. Abrió las ventanas cuando el polvo empezó a levantarse y se quedó mirando por la ventana, pensando que era la primera vez que se paraba a observar su vecindario. No era la gran cosa, pero era mejor que nada, mejor que lo que había dejado atrás. Después de perder al menos quince minutos mirando al cielo con cero pensamientos coherentes en su cabeza, Hongjoong pestañeó un par de veces y regresó a su tarea. El lo-fi no le ponía triste, pero no ayudaba a su mente dispersa y su costumbre de sumergirse demasiado en su mundo interno cuando miraba a un punto fijo.

AfterglowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora