Espaguetis

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Mingi había tenido un día horrible.

Lo cual, últimamente, parecía ser lo común. Era más fácil tener un mal día que uno bueno, y Mingi estaba harto. Aquella jornada en concreto había comenzado después de unas terribles tres horas de sueño que no habían sido suficientes en absoluto. No le quedaba leche para los cereales y el café que fue su desayuno le había salido demasiado caro para lo fatal que sabía. Se durmió en la primera hora de sus clases, fue regañado por sus compañeros porque se le había olvidado mandar su parte del proyecto, se tropezó por las escaleras, cayéndose de culo por ellas y el teléfono se le había quedado sin batería a media mañana (y por supuesto, su cargador estaba en casa).

Si Mingi se tuvo que esconder en el baño del segundo piso a llorar, sólo lo sabrían él y ese senior tan genial y extravagante, Kim Hongjoong, que estaba ocupado maquillando sus cejas en el baño cuando Mingi decidió que era buen momento para sollozar dentro de un cubículo. Genial y extravagante Kim Hongjoong le regaló una versión mini de una chocolatina con caramelo en el centro y una palmada en la espalda. También le dijo que el baño del tercer piso era mejor para llorar, tenía buenas vistas y olía decente. Mingi lo tendría en cuenta para la próxima vez.

Tuvo que comer en un banco fuera de la estación de metro, porque no tenía las ganas ni el tiempo suficiente para comer dentro del restaurante de comida rápida de donde había comprado su almuerzo. En cinco minutos y ayudado por el zumo de naranja, tragó su comida y se metió corriendo a la estación a coger el metro que le llevaría al trabajo.

En la cafetería, las cosas no mejoraron tampoco. Se equivocó haciendo el complicado pedido de una clienta que más que querer beber aquella monstruosidad, sólo quería hacerle una foto para instagram y mirar con aires soñadores al jefe de Mingi. Pobrecilla, pensó Mingi mientras hacía de nuevo la bebida, no sabía que al señor Park no le podían interesar menos las chiquillas como ella. Vaya, si ella aún llevaba uniforme y Seonghwa debía tener como cincuenta años, o algo así. (Su jefe le regañó unos minutos después por decir que era un cincuentón, cuando aún estaba en la flor de su vida con unos treinta y pocos años). Confundirse al preparar la bebida y que una mocosa le mirara mal no fue tan horrible, pero igual dejó a Mingi un poco irritado. Lo peor vino unas dos horas después, cuando San no quiso hacer su trabajo y mandó a Mingi al almacén a buscar una cosa. Torpe Mingi, acabó enterrado entre bolsas de café y cajas varias que se le habían caído encima cuando quiso coger algo del estante. San llegó minutos después, quejándose en voz alta por lo mucho que Mingi estaba tardando y lo encontró tirado en el suelo con un par de bolsas de varios kilos de café encima y lloriqueando. No lloraba por lo que le había caído encima, lloraba porque estaba harto y cansado. Le dolía la espalda desde que se despertó y ni siquiera podía sentirse contento al saber que en pocas horas podría volver a casa, porque tendría que ponerse a estudiar y a terminar trabajos y acabaría por dormirse casi a las cuatro de la mañana otra vez. San le quitó las bolsas de café y le ayudó a levantarse, también le ofreció una tacita de té caliente y se ocupó de atender a los clientes, mientras Mingi se lo bebía entre lágrimas.

Mingi solo quería dormir. Y a lo mejor mimos y besitos en las mejillas. Un par de millones de dólares en su cuenta bancaria y una mascota también estaría bien. Pero sobre todo quería dormir. Mingi quería echarse la siesta del siglo y no despertar hasta varios días después. Se lo merecía, claro que se lo merecía.

Mingi deseó por la salvación del alma de Park Seonghwa del sufrimiento eterno cuando su jefe le dijo que podía irse antes. No quiso pensar en que seguramente lo había hecho porque Mingi no estaba siendo de mucha ayuda, con sus pucheros y sus equivocaciones. Daba igual que su jefe pensara que era un inútil, iba a cobrar de todos modos y se podía volver antes a casa. (Era pequeña, pero seguía siendo una victoria para Mingi).

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