A los diecisiete años, Kim Hongjoong se creía el dueño del mundo. Incluso si había perdido su chaqueta favorita en algún momento de la noche, incluso si le dolían los pies en aquellas botas pesadas, incluso si comenzaba a marearse por todo el alcohol que había consumido. La música estaba tan alta que no podía escuchar ni sus propios pensamientos y el humo de los cigarrillos le nublaba la vista y la mente. Hongjoong se sentía en la cima, invencible, entre toda aquella gente que no conocía. El sudor debía estar corriendo el maquillaje de su cara, pero le daba igual porque lo único que importaba era la sensación de pertenencia, en aquella masa homogénea de ropa de segunda mano, cerveza barata y la letra de aquella canción que resonaba fuertemente con él.
Allí, con manos anónimas tocando su cuerpo y voces indistinguibles gritando lo mismo que él, Hongjoong se sentía divino.
Minutos después, horas a lo mejor, las cosas se calmaron un poco. Podría ser porque el sol estaba saliendo y las personas que aún podían caminar comenzaban a abandonar el lugar. Hongjoong besó a una chica que le había regalado una pulsera de cuentas de colores, y también besó al chico alto que se había mantenido detrás de él por las últimas horas. Y con la mezcla de saliva de dos extraños y rastros del sabor amargo a tabaco y cerveza en la lengua, Hongjoong encontró una esquina en la que descansar. Y si hubiera sido otra persona y no el adolescente descuidado y borracho que era, a lo mejor hubiera llegado a la conclusión de que sentarse en el suelo de aquel antro no era la mejor idea. Sin embargo, el estado de sus pantalones no era algo que estuviera muy presente en su mente en aquel momento.
Apoyó la cabeza en la pared y echó un vistazo al lugar. Había grupos de tres o cuatro durmiendo en el suelo, otros hablaban sin parar con un brillo en los ojos de demencia y descontrol que no se había apagado en toda la noche y algunos bailaban con la música, la cual había dejado de sonar tan alto y Hongjoong ya no la sentía desde los pies, recorriéndole el cuerpo y amenazando con romper su caja torácica. Era como un murmullo agradable para sus oídos. Hongjoong se sentía inspirado por aquel caos que se enfriaba según pasaban los segundos y si hubiera sido mejor con las palabras, hubiera escrito poesía sobre las imágenes psicodélicas proyectadas en sus párpados cada vez que pestañeaba. Se tendría que conformar con romper las cuerdas de su abatida guitarra por la violencia a la que la sometería.
Casi, casi en el centro del lugar y a pocos metros de Hongjoong era donde Park Seonghwa estaba. Ah, era cierto, Hongjoong había venido con él, y con Yubin, y con otras caras a las que no podía ponerle nombre. No sabía con quién estaba Seonghwa en aquel momento pero se le revolvieron las tripas al verles y quiso levantarse a vomitar a los pies de ese extraño que mantenía a Seonghwa entre sus brazos.
Una o dos semanas antes, Seonghwa se había desteñido el pelo y ahora parecía una maraña andante de cabello rubio resplandeciente. Hongjoong había expresado su disgusto, exclamando lo terrible que se veía, que le dolían los ojos al mirarle. Seonghwa había hecho una mueca y ni se dignó en contestarle. Odiaba cuando Seonghwa no le seguía el juego, porque su dinámica se basaba en eso, en molestarse el uno al otro. Y es que, en el fondo, Hongjoong no creía que se viera terrible, porque estaba seguro de que era imposible que a Park Seonghwa algo le sentara mal. Pero sí echaba de menos el negro, lo suave que aparentaba ser.
De todos modos, ese rubio artificial en Seonghwa le irritaba, sobre todo en esa situación. Seonghwa tenía la mejilla pegada al hombro del sujeto y su cabello se hacía notar aún más sobre la ropa negra del otro. Sus pupilas estaban dilatadas y el cigarrillo entre sus dos dedos temblaba. Seonghwa estaba físicamente a varios metros de Hongjoong, pero quién sabía por qué caminos imaginarios estaba viajando. Se movían de lado a lado, Seonghwa y el tipejo, bailando una canción lenta que solo escuchaban ellos dos, porque lo que llegaba a los oídos de Hongjoong no eran ritmos románticos de ese estilo.
Chasqueó la lengua y toda la euforia que llegó a sentir a lo largo de aquella noche se disipó. Quería explotar la burbuja de esos dos, agarrar a Seonghwa del brazo y arrastrarlo por las calles hasta la casa de Yubin (su casa también, ahora que ya no era bienvenido en el hogar donde se había criado). Quería tirarse a la cama diminuta que tenía y dormir hasta las cuatro de la tarde, hasta que el hambre o las ganas de vomitar pudieran con ellos. Quería terminar aquella experiencia sobrenatural de ser un adolescente que se creía el rey del mundo junto a Park Seonghwa, y a lo mejor bailar canciones lentas que solo ellos pudieran escuchar.
Se levantó despacio del suelo y escupió la saliva que se le había acumulado en la boca. Avanzó dando grandes pasos y en un instante, estuvo delante de Seonghwa.
"Vamos a casa", dijo Hongjoong. Su voz sonaba ronca, distante, como si no hubiera salido de él. "Es tarde."
El rubio sonrió y sopló el humo del cigarrillo en su cara. Hongjoong volvió a chasquear la lengua y se quedó mirando la cicatriz que quedó en el labio inferior de Seonghwa tras una estúpida pelea entre los dos que acabó mal, porque era incapaz de mantener el contacto visual con Seonghwa. (Sus ojos enormes y brillantes, eran demasiado).
"Lucky~...", susurró Seonghwa, mientras se despegaba del otro. "Has venido a por mí, pensé que nunca vendrías..."
Antes de que el extraño con el que estaba Seonghwa pudiera quejarse o protestar, Hongjoong sujetó la mano del rubio y se dio prisa al salir de allí. El aire del amanecer se sintió fresco y limpio y Hongjoong solo pudo suspirar, porque había empezado otro día y él ya no se sentía invencible. Estaba cansado y quería dormir, quería algo para hacer desaparecer su dolor de cabeza. Seonghwa caminaba arrastrando los pies y en algún momento había entrelazado sus dedos con los de Hongjoong; anillos chocando con anillos, la palma de la mano caliente de Seonghwa contra la suya.
"La próxima vez", dijo Seonghwa, entre risas tontas, "ven a bailar conmigo, ¿vale, Lucky?"
"Nah", respondió Hongjoong, alzando la cabeza para poder ver el cielo anaranjado que les cubría. "Prefiero esto."
"¿Esto...?"
"Volver a casa juntos a dormir."
Seonghwa se rió de nuevo.
"Rarito."
🎶🎶
We put miles on these old jean jackets, got caught up in the drunk conversations; But after the party, it's me and you, after the party, it's me and you.
Lucky, Mars, los ochenta y el comienzo de una corta historia de amor.
Si hay algo raro, no, no lo hay. Lo subo de nuevo para que dejéis de llorar (?)
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Afterglow
Fanfiction✨I will fill your heart with afterglow, afterglow✨ One shots y drabbles de Ateez.