Sí a todo si es contigo

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El primer recuerdo que conservaba Jongho de su infancia consistía en él subido a una silla y con un enorme pastel delante con cuatro velas encendidas. Jung Wooyoung estaba subido en otra silla a su lado y toda su familia y sus amigos le cantaban feliz cumpleaños. Fue cuando la canción se acabó y Jongho se disponía a soplar las velas tras pedir un deseo que las cosas se pusieron feas. Jongho podía recordar como si hubiera ocurrido ayer mismo a Jung Wooyoung riéndose en su oreja y aplaudiendo mientras él pensaba su deseo. Mamá Choi le había dicho a Jongho que pensara en algo que quisiera y que al soplar las velas, se cumpliría. Y claro, Jongho de cuatro años recién cumplidos estaba más que emocionado con la idea. ¡Si su mamá tenía razón, entonces Jongho podría tener una bicicleta nueva! Sin embargo, Jung Wooyoung de casi cinco años, niño travieso por excelencia, decidió arruinar los planes de Jongho y soplar él las velas antes que pudiera terminar de formular su deseo dentro de su cabeza. Jongho no sabía por qué Jung Wooyoung siquiera estaba subido a una silla a su lado, cuando el cumpleaños era suyo y no de Wooyoung. Su recuerdo no le dejaba saber qué había pasado antes y cómo Jung Wooyoung había acabado ahí, aunque no era demasiado importante.

La última imagen grabada a fuego en su cerebro de ese día era de él llorando como un loco porque ya no iba a tener su bicicleta nueva y la señora Jung regañando a Wooyoung, con las risas de los invitados de fondo.

Jung Wooyoung siempre había estado ahí, a su derecha. Cuando Jongho pensaba en su vida, la cara sonriente de Jung Wooyoung aparecía sin falta a su lado. Sus mamás eran mejores amigas desde el instituto y poco después de nacer Wooyoung, la señora Choi se quedó embarazada de Jongho. Existía una foto en un álbum en la casa de los Jung que se tomó en el cumpleaños número uno de Wooyoung, con la señora Choi sentada en el sofá, Jongho con tan solo un mes y un par de semanas en brazos de su madre y Wooyoung tratando de tocar la cabecita del bebé. Wooyoung siempre hablaba de esa foto, diciendo que él tenía que ser el mejor amigo de Jongho por toda la vida porque habían estado juntos desde bebés. Jongho suponía que tenía razón, pero no lo iba a admitir en voz alta. Crecer con Jung Wooyoung había sido una experiencia curiosa, llena de aventuras y teatros sacados de la increíble imaginación de Wooyoung, largas tardes montando en bicicleta, risas estridentes muy cerca de su oreja y siestas en la habitación de Wooyoung con la puerta y la ventana abiertas porque hacía demasiado calor para dormir juntos en una cama que cada día se hacía más pequeña para ellos.

Crecer con Jung Wooyoung también significaba que cada doce de octubre (o cualquier día de ese mes que decidieran celebrar su cumpleaños), Jongho nunca era capaz de soplar sus velas. Wooyoung buscaba siempre la manera para acercarse y apagar las pequeñas llamas sobre el pastel, haciendo rabiar a Jongho. Todos los años Jongho esperaba que Wooyoung dejara de hacerlo, que al fin actuara como el mayor de los dos. Pero claro, Jung Wooyoung había hecho de eso una tradición y las tradiciones no se podían romper según él. Jongho tendría que aguantarse por el resto de su vida y tener que encender las velas otra vez para poder pedir su deseo de cumpleaños.

En los cuarenta y pocos días que había entre su cumpleaños y el de Wooyoung, Jongho se negaba a llamar hyung al otro. Durante esos días, los dos tenían la misma edad y Jongho insistía en abandonar los honoríficos. Era en cierto modo una venganza, una manera de molestar a Wooyoung tras apagar sus velas. Jung Wooyoung estaba muy orgulloso de ser trescientos veintiún días mayor que Jongho y que su estatus como hyung fuera irrespetado le ponía de mal humor.

("Jongho-yah, tienes que llamarme hyung. No puedes ser tan maleducado", le dijo Wooyoung una vez, durante ese lapso de cuarenta y pocos días en los que ambos tenían doce años. "Qué dirán de ti si te ven llamando a un hyung por su nombre, no, no, Jongho. Esto no puede ser."

Jongho le dio un pellizco en la mejilla y estiró los labios al hablar, forzando un tono incluso más infantil del que ya tenía.

"Aigoo, Young-ah. No hagas pucheros, que te ves súper feo."

AfterglowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora