Come take me as I am

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Jeong Yunho se rompió la nariz al comienzo del verano de aquel año, ese en el cual Kim Hongjoong creyó que no llegaría al otoño de una pieza.

Kim Hongjoong no se quería morir, es más, le daba un terror inmenso la idea. Era un miedo tan intenso que había noches en las que no era capaz de dormirse, por si no volvía a abrir los ojos por la mañana. Venía desde la infancia, esa ansiedad inexplicable por cosas que no debían preocupar a un niño que aún tenía dientes de leche. Sin embargo, aunque no se quería morir, seguir viviendo implicaba demasiado esfuerzo, demasiadas ganas. Levantarse de la cama era un suplicio, escribir canciones ya no le hacía feliz y salir a la calle era una experiencia aterradora la mayoría de las veces. Solo se atrevía a ir hasta la tienda más cercana en su bicicleta y a la casa de Mingi, porque era la casa de al lado y la piscina que el señor Song mandó a construir el verano pasado era de lo mejor para meter los pies cuando el calor le fundía el cerebro.

La vida de Kim Hongjoong era monótona, aburrida, un bucle repetitivo del que no podía escapar. De todos modos, no estaba seguro de querer hacerlo, pues no deseaba cambios drásticos tampoco. Si tenía que seguir viviendo, que al menos fuera de una manera tranquila y predecible.

A Jeong Yunho le conoció un sábado, o a lo mejor un miércoles. Daba igual, los miércoles y los sábados eran idénticos para él. Mingi había invitado a sus amigos a pasar la tarde en la piscina, y Hongjoong no pudo decir que no, por más que quisiera. Estaba sentado en una silla reclinable, con un sombrero enorme y unas gafas de sol que parecían de señora que le había robado a Park Seonghwa una hora antes para protegerse del sol. Nadando en la piscina estaban Choi Jongho y Jung Wooyoung, que no dejaban de chillar y salpicar agua, molestando a Kang Yeosang, que estaba intentando echarse una siesta en el pequeño parche de hierba al lado del borde. Seonghwa estaba dentro de la casa, ayudando a la señora Song a preparar una merienda para todos, y Choi San y Mingi hablaban en susurros entre ellos, sentados cerca de Yeosang, pero lo suficientemente lejos como para que no se escuchara ni una palabra de lo que se decían.

Jeong Yunho, por otro lado, estaba sentado en la otra silla reclinable al lado de Hongjoong, menos de un metro de distancia entre ellos. Se veía miserable, con una férula en la nariz y moretones debajo de sus ojos grandes y caídos, pero no dejaba de sonreír aunque no pudiera meterse a la piscina a nadar.

Hongjoong no le conocía, pero sí sabía de su existencia. Mingi había hablado de él hasta el cansancio, había hablado tanto de él que Hongjoong sabía que le habían operado de apendicitis a los ocho años incluso antes de verse por primera vez. Hongjoong llegó a preguntarle a Mingi que si estaba enamorado de Jeong Yunho, porque no era normal lo mucho que hablaba del otro chico. Sonrojado y ofendido (y un poco asqueado), Mingi exclamó mientras movía sus larguísimos brazos que no estaba enamorado de él, que Jeong Yunho era su mejor amigo y tenía muchas cosas que contar. Hongjoong, de haber sido otra clase de persona, hubiera continuado molestando a Mingi sobre el tema. Pero él no era Jung Wooyoung, y si Mingi decía que no le gustaba, pues no le gustaba.

Al tener a Jeong Yunho tan cerca, no sabía si la imagen que se había creado de él en su cabeza tras escuchar a Mingi encajaba con el chico sentado a su lado. Se había imaginado a un Mingi 2.0, con una energía interminable y una sonrisa llena de dientes y arrugas alrededor de los ojos. Y Jeong Yunho sí era una especie de Mingi 2.0 si lo pensaba bien, pero también era más tranquilo, chillaba menos. A lo mejor era porque dos días antes se había caído de la bicicleta y se había estampado la cara contra el suelo y no tenía el humor para seguir el juego de los otros chicos. A lo mejor simplemente era una versión más calmada de Mingi y ya. Quién sabía. Hongjoong averiguaría algún día qué diferenciaba a Yunho de Mingi, pero aquel no era el día.

ㅡ¿No vas a nadar? ㅡpreguntó Jeong Yunho, mientras daba mordiscos de hámster a uno de los sándwiches que la mamá de Mingi había empezado a repartirㅡ. Hace mucho calor para estar aquí. A mí no me queda de otra.

AfterglowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora