Capítulo. 43

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Salsa.

—¿Cómo se llama el encargado, niño?— Preguntó Jordan caminando del brazo de su sobrinos hacia las oficinas gerenciales.

—Alberto Díaz.— Contestó J.C. —Tiene antecedentes por robo y violencia doméstica.—

—Toda una joya, eh.— Comentó ella con ironía.

Rogers asintió y tocó la puerta de la oficina de Díaz, al no recibir respuesta la abrió, sorprendiendo al hombre que cenaba en su escritorio. —Disculpe la intromisión. Soy James Rogers. Mi compañera y yo, queremos hacerle unas preguntas con respecto a Carlos Barrera, su antiguo empleado.— Dijo el chico.

—¿Son de la policía?— Preguntó el Alberto mirando a la castaña de arriba abajo con ojos depredadores.

La ojiverde caminaba un poco por la oficina. —¿Crees que luzco como policía?— Preguntó ella analizando el lugar aún.

—No, creo que luces exactamente como el amor de mi vida.— Comentó en tono coqueto el cubano que poseía una barba estilo candado.

La mujer giro su cuerpo para ver mejor al hombre. —Así le dices a todas y luego las golpeas, ¿no? Que cobarde eres, pero en fin, no vinimos hablar de tu falta de pantalones.— Decía Jordan con una sonrisa casi cínica, haciendo que el tipo se removiera incómodo por la mención de una parte de su pasado.

—¿Qué quieren?— Preguntó Díaz amargo.

Jordan miró a su sobrino en señal que la dejara hablar. —¿Por qué exactamente despidió a Carlos? Era un empleado fiel, por lo que veo.— Comentó la chica, viendo unos portarretratos con fotos de los dos hombres de pesca o en reuniones.

—Era bueno, trabaja aquí desde hace tres años. Podría decir que era de esos compañeros a los que llevas a casa para las reuniones pero nunca la das tu entera confianza.— Contestó el Alberto dejando su vaso de ron en la mesa y encendiendo un cigarrillo

—¿Y qué pasó? ¿Por qué lo despidió?— Preguntó J.C.

—Bueno, su rendimiento disminuyó. Faltaba al trabajo dos o tres días por semana, cuando regresaba traía consigo el dinero que les cobro a mis empleados por las faltas y mucho más. Le pregunté de dónde había sacado tantos dólares, pero solo me decía que era un trabajo extra.— Contestó el encargado del bar.

Jordan asintió. —Continua, que me están esperando para bailar.— Pidió ella, quitándole el cigarro y lanzándolo en el vaso de ron que el hombre se bebía, ya que el olor del humo la asqueó.

Alberto la vió terrible por arruinar el consumo de sus vicios, luego suspiró resignado. —Hizo eso por dos meses, así que contraté a alguien para que lo siguiera. Esa persona me dijo que Carlos estaba aliado con unos tipos que traficaban drogas y secuestraban personas, lo eché de inmediato cuando regreso.— Respondió el hombre.

—¿Y por qué no los denunció?— Preguntó el hijo de Romanoff.

—La ley en Cuba es complicada y tengo antecedentes, así que... Dejar que Carlos siguiera trabajando aquí o ir a denunciarlo era un terrible negocio para mi y el bar.— Contestó el hombre sencillamente. —¿Por qué lo buscan?—

—¿Tiene la dirección de donde vive?— Jordan le respondió con otra pregunta.

—Si.— Díaz anotó lo pedido en un pequeño papel y se lo entregó al castaño. —No le digan a nadie que yo les di esta información.—

—No se preocupe.— Sonrió J.C caminando hacia la puerta y abriéndola para salir de la oficina, seguido de su tía.

Jordan antes de cerrar la puerta miró al sujeto. —Duerme con la luz encendida, la gente es salvaje cuando descubren que su secreto está en peligro.— Aconsejó ella para luego retirarse, dejando a Alberto intrigado y algo asustado.

GOD IS A WOMAN  ||Bucky Barnes||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora