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La hora del banquete había comenzado, todos los invitados estaban sentados en la larga y enorme mesa. Prusia se encontraba cerca de la cabecera, donde estaba sentado el Reino de Italia como anfitrión. A su lado derecho estaba el Imperio Ruso, mientras que a su izquierda la Confederación Germánica; sorprendentemente, el Imperio Austríaco se encontraba unos pocos lugares más lejos, al lado del Imperio Otomano. El Imperio Británico estaba frente a él. 

El Reino de Italia había dedicado un discurso de agradecimiento bastante aburrido, pero le pareció agradar al resto de los invitados. 

La mesa estaba llena de platillos, decoraciones, cubiertos, manteles, copas y vasos. Los sirvientes iban de un lado a otro, y los músicos tocaron algo más relajante. Había una variedad de platillos servidos, pero la mayoría eran provenientes de la misma casa italiana; Prusia debía admitir que la comida de este Reino era bastante agradable para su paladar.  

Todos parecían platicar bastante alegres, pero Prusia se mantenía en silencio, pues prefería comer; después de todo, seguía bastante molesto por haber intercambiado palabras con el Imperio Austríaco.  

Bebía de una copa de mirto, su sabor era dulce e intenso. Una buena combinación de ingredientes para el gusto de Prusia. Al dejar su copa de vuelta en la mesa, sintió que lo miraban. Prusia volteó hacia su izquierda y logró descubrir a la Confederación observándole. Este al ser descubierto, inmediatamente miró hacia su propia comida, fingiendo como si nada hubiese pasado. 

—¿Me estaba observando?

Preguntó Prusia seco. El joven aclaró su garganta y se explicó con la cabeza gacha:

—Lo lamento. Era solo que me sorprendió ver al Reino de Prusia. No ha cambiado en absoluto desde que lo vi la primera vez cuando fui liberado. 

Prusia simplemente lo miró. Al analizarlo, pudo refrescar su memoria. Él no estuvo presente cuando lo liberaron, pero sí cuando el Imperio Francés estuvo en juicio para que cesara su amenaza. La Confederación en el pasado se veía muy débil, nervioso, tímido. Tenía sentido que no lo viese como un beneficio en su momento. 

Pero ahora... se veía fuerte, con buena apariencia, alguien digno de llamar realeza. Era rubio y sus ojos azules resaltaban al igual que una cicatriz en el lado superior izquierdo de su rostro. Recordando lo que le contó el Imperio Ruso, era una fusión bastante importante. Pensar que el Imperio Austríaco se quiso aprovechar de eso le dio gracia, demasiada gracia. 

Prusia chasqueó la lengua y dijo desinteresado:

—Me vio platicando con el tonto Austríaco. 

La Confederación sonrió levemente y asintió la cabeza.

—Si, pero no podía decir nada. Además sería bastante evidente que quería verle. He leído sobre usted y debo admitir que sus habilidades militares son bastante sorprendentes. La guerra de los Siete Años y el tratado de Hubertusburg merecen mis aplausos. Conocerle en persona es un logro personal. 

Prusia arqueó levemente las cejas, le fue una sorpresa que hable bien de él cuando estaba bajo el cuidado de su enemigo austriaco. 

—Habla muy bien el alemán a pesar de haber estado con el dumme Österreicher tanto tiempo. 

La Confederación Germánica quiso ocultar su inevitable sonrisa al recibir un elogio por parte del Reino de Prusia. El Reino en consecuencia no pudo evitar sentir un poco de ternura, a pesar de que su lisonja solo buscaba intentar ganar la voluntad de la Confederación . Sabía que tenía una buena perspectiva de él, no estaría mal mantenerla. 

Lieber Edelweiß | CountryhumansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora