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—No puedo creer que esté haciendo esto.

Se quejó el Imperio Alemán irritado por las constantes súplicas que recibió durante todos esos días para que permaneciera el fin de semana y experimentara lo tenebrosa que era esa antigua iglesia. 

Cuando había llegado el barco para ir devuelta a casa, el Alemán sólo mandó una carta escrita a mano y mal sellada:

"Eltern, 

Les aviso que por esta vez, permaneceré en la academia el fin de semana. Me he comprometido a estudiar y estoy interesado en poder conocer a mis compañeros de estudio, quienes son seres peculiares los cuales merecen una observación. 

Hasta la próxima semana....

Deutsches Reich."



Se había despertado temprano y se alistó adecuadamente para la misa de la mañana. El desayuno fue rápido y ligero, nada en comparación a lo que era en los días de clases. Pan tostado con mermelada y café caliente... ¿con eso debía saciar su hambre? 

Fueron todos a la misa e Inglaterra comenzaba a hablar de temas religiosos que sinceramente, comenzaban a darle sueño al Imperio Alemán. De niñez asistía a ese tipo de reuniones, pero sinceramente, su familia no le tomaba demasiada importancia, pues estaban más ocupados en otros aspectos. 

No comprendía cómo el resto podía prestar atención a esas palabras sin sentido. El lugar era espacioso y grande, así que con la voz alta de Inglaterra, el eco resonaba y no se podía ignorar lo que decía. 

La hora pasó lentamente, y cuando Inglaterra cerró la sesión antes de irse y desaparecer, los estudiantes permanecieron afuera del lugar. El día era fresco y no olía a lodo como de costumbre. 

—La primera vez que estuve aquí, Inglaterra me solicitó ordenar un cubículo y encontrarle una copa de oro vieja en una de las cajas. Mientras lo realizaba, escuché pisadas detrás de mí, y cuando fui a investigar la puerta del cubículo fue azotada fuertemente. 

Narró el Principado de Montenegro mirando con desconfianza hacia aquella construcción de materiales antiguos. 

—¿Ven esa torre? La pueden rodear por completo, no hay entrada, y las ventanas están a más de dos metros arriba, no puede entrar por ellas, están bloqueadas desde adentro. 

Señaló el Principado de Bulgaria hacia esa estructura de material distinto a la iglesia. El tipo de techo apuntado no combinaba, la forma de las ventanas tampoco, ni siquiera la coloración de la piedra. 


Los estudiantes de vez en cuando se reunían en la habitación del Reino de Italia para hablar de la actividad misteriosa que ocurría alrededor de ese lugar lleno de secretos. 

—Un día que fui al comedor después de la cena para recuperar un anillo que había extraviado, cuando me retiraba, una de las sillas se movió. Se me hizo extraño, no pensé en la posibilidad de un fantasma, así que puse la silla en su lugar y decidí irme de nuevo. Pero luego un tenedor cayó al piso. No me acerqué y me fui lo más pronto posible. 

Fue lo que dijo el Reino de Rumania. 

—En la noche, en uno de los corredores, algo tomó mi cabello, pero no había nadie. Así pasó unas cuantas veces y al principio asumí que fue Serbia y le di una cachetada. 

Lieber Edelweiß | CountryhumansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora